Jaime Escobar Herrera


A la grave situación de las zonas colombianas limítrofes con Venezuela, se suma el problema fronterizo y la masiva migración de ciudadanos venezolanos huyendo de su país para evadir el caos de la tiranía implantada por Nicolás Maduro.
La línea divisoria de los departamentos fronterizos Guajira, Arauca, Cesar, Norte de Santander, Vichada, Guainía y Boyacá, con una extensión de 2.219 kilómetros, comparte indicadores de pobreza extrema por el abandono de ambos países y son zonas donde se han asentado actores de las guerrillas, disidencias, bandas criminales, contrabando, narcotráfico, delincuencia común y tráfico ilegal de armas.
Solo en Cúcuta hay más de 600 mil ciudadanos del vecino país, sin contar los que ingresan por otros puestos de migración y por trochas ilegales buscando ubicarse en ciudades del interior.
Se calcula que el flujo de inmigrantes por el puerto fronterizo de la capital nortesantandereana es de 35.000 venezolanos por día, cruzando la frontera para buscar elementos de primera necesidad, asistencia hospitalaria, medicamentos, estudio y trabajo. Luego regresan a su país, pero según los registros en este ejercicio, se pueden quedar en Colombia 2.000 vecinos diariamente, originando la crisis que vive la población cucuteña.
Se pide solidaridad con el pueblo venezolano, cada día circulan noticias cargadas de casos dramáticos, donde se evidencia el sufrimiento de un pueblo y la más evidente violación de los derechos humanos. Familias desintegradas, ancianos atropellados, niños sin patria y mujeres sometidas al riesgo de ser intimidadas y abusadas por la crueldad de las circunstancias; hombres con necesidad de trabajar y sin empleo, al rebusque y con el peligro de terminar enrolados en actividades non sanctas, conciudadanos amenazados y extorsionados por las autoridades de cada país, los hacen aparecer como unos parias sin derechos.
A todo esto se suma la crisis en salud y educación, nutrición y seguridad, empleo y precariedad de ingresos, vista desde la óptica de Cúcuta. Pero adentrémonos en Paraguanchón, cerca de Maicao o en el puente José Antonio Páez que une a Arauca con la población de El Amparo, en el Estado de Apure en la República Bolivariana o en las zonas donde existen los cruces ilegales por las trochas dominadas por los grupos subversivos, las mafias de la gasolina o pimpineros y en los territorios con resguardos indígenas, donde la situación es más lamentable, caótica y lo ocurrido allí, lo desconoce la opinión nacional siendo casos muy aberrantes.
Hace algunas décadas, con la bonanza de petróleo en Venezuela, el sueño de miles de colombianos fue viajar a buscar alternativas de vida allí, formaron familias nacidas en suelo del vecino país; con sus ingresos cambiaron el destino de los parientes que no emigraron, aportaron a la economía y al crecimiento de la Patria que los acogió. Mientras hubo democracia se les respetó y acató como ciudadanos de bien, pero ahora muchos necesitan regresar donde sus ancestros y Colombia debe priorizar la hospitalidad hacia sus conciudadanos; para el resto de inmigrantes, debe buscar la cooperación y el acompañamiento de la comunidad internacional. De no ser así, vamos a entrar en una situación difícil de atender, al no estar preparados y además los límites fronterizos, han contado siempre con una permisividad perniciosa y alcahueta, generando la crisis existente actualmente en las zonas fronterizas.
La solución al conflicto interno de nuestros vecinos no está en nuestras manos; por las ricas reservas de petróleo el gobierno castrochavista, es tratado con especial consideración por las potencias mundiales, a pesar de estar calificado como una nación narcoterrorista. Sin embargo, la crisis de su situación está afectando de una manera exponencial nuestros intereses. En pocos meses Maduro se consolidará como dictador de Venezuela, tarea complicada para el nuevo gobierno colombiano. Es un momento crítico que demanda toda la atención del Estado, al convertirse en un conflicto de dos países hermanos. Además, la llegada de venezolanos a nuestra patria es incontrolable y en la medida que se agudice la situación de los vecinos, se acelerara la tendencia migratoria.
La solución de las relaciones con Venezuela demanda salidas políticas, diplomáticas, humanitarias y el liderazgo del gobernante colombiano, para lograr conseguir el apoyo multinacional que se requiera en este momento de congestión y crisis. Mientras tanto, urge un plan de emergencia para atender las poblaciones y los habitantes de los territorios de frontera, protegiendo su integridad y la soberanía del suelo que pisan.
Esperamos que el millón doscientos mil venezolanos inmigrantes en nuestro territorio, puedan algún día volver a su Patria. Ojalá pronto.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015