Jaime Escobar Herrera


En recientes cifras, el DANE muestra los indicadores del país y reporta una mejoría en los niveles de pobreza y desigualdad. El desempleo disminuye, la informalidad también cae, el acceso a servicios públicos domiciliarios y la facilidad para acceder a los diferentes niveles educativos mejoran; según dicho informe, nos alejamos en el escenario latinoamericano de países como Haití. Sin embargo, la sensibilidad de las comunidades frente a la carencia de oportunidades, la desocupación y los niveles nutricionales precarios, la desatención en los servicios de salud, son un referente nacional. Resulta extraño interpretar cifras estadísticas de una región, cuando se conoce que la realidad es otra. Muchas veces son resultados ponderados, pues los pobladores ignoran la presencia de los encuestadores en sus hogares. Y resulta evidente; hay zonas en Colombia de difícil acceso donde la presencia del Estado es ajena y menos para detectar dichas falencias.
La Costa Pacífica con departamentos como Chocó, Cauca y Nariño, afecta los indicadores de pobreza nacional. Comunidades afrodescendientes, indígenas y colonos, luchan por subsistir ante la desidia del gobierno de turno, más ahora, cuando sus pobladores auspiciados por los grupos al margen de la ley buscan en los cultivos ilícitos, el narcotráfico y la explotación de minería ilegal, la única manera de existir.
En Territorios Nacionales aún persisten los vestigios y las huellas de la guerra. Llanos, ríos y selvas son la imagen de la otra Colombia. Vino a resucitar, con los proyectos petroleros que beneficiaron en gran parte a los foráneos. Pero el nativo fue expectante de las jugosas olas de circulante que llegaron a la zona y desaparecieron cuando pasó el boom de las empresas de hidrocarburos. La Costa Atlántica sigue manteniendo unos severos índices de pobreza, especialmente en la zona rural y en los pequeños poblados en los cuales la ausencia de agua, alcantarillado y energía eléctrica, son frecuentes.
En la Zona Andina hay regiones donde la pobreza marca unas constantes de subdesarrollo crítico. Nariño, Cauca, Boyacá, presentan situaciones lamentables y otros departamentos tienen poblaciones en estado de abandono y desatención.
En general el atraso vial de las pequeñas poblaciones en Colombia, es un factor que limita el buen progreso de sus habitantes y aunque se han hecho esfuerzos mayúsculos no hemos alcanzado los estándares requeridos por nuestros pueblos distantes, para integrarse a los centros productivos y lograr ser competitivos.
Si las muestras de nuestras estadísticas se hacen en las grandes capitales, es posible que los indicadores presenten unos resultados ajustados al rigor científico. Pero cuando vemos las cámaras de los noticieros y la información de los medios de comunicación escrita presentando la trágica manera como viven en algunas partes de Colombia nuestros conciudadanos, dentro de ellos ancianos abandonados y niños desatendidos, mujeres en la más caótica situación, unidades habitacionales inaceptables para albergar un ser humano, concluimos que las cifras sobre la disminución de la pobreza, carecen de exactitud.
En esta época preelectoral, los candidatos esgrimen un arsenal de cifras, donde demuestran la actual situación del Estado y los cambios necesarios requeridos para una Colombia presidida por cada uno de ellos. Recorren con sus planes de Gobierno todo el territorio nacional, llegando con las soluciones a cada comunidad que los escucha. Pero como decían los abuelos: “Mientras crece la yerba, se muere el caballo”. ¿Cuántos años vamos a necesitar para que Colombia cambie?
Somos un país cargado de posibilidades, pero entre la violencia, la guerra y la corrupción, estamos acabando con las grandes perspectivas de convertirnos en una nación sobresaliente en el escenario internacional.
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