Guillermo O. Sierra


Quiero pensar que esta época de crisis, que tiene en jaque a la vida humana, revela una necesidad profunda de estar juntos.Pero creo que en lugar de acaparar y pensar en cómo podemos cuidarnos a nosotros mismos y a nuestra propia familia de manera egoísta, es fundamental hacer un cambio y pensar en cómo compartir con nuestros vecinos y amigos, y ayudar a los demás ciudadanos, sobre todo a aquellos que son más vulnerables.
No conviene tratar esta crisis de salud pública como una crisis de percepción, concepto manido en las cada vez más famosas “encuestas de percepción.” El conocimiento que debemos tener de esta pandemia, no puede quedarse en una simple y primera impresión por lo que estamos pasando. Estamos viviendo y sufriendo en tiempo real condiciones que atentan contra la vida y contra la economía, en todos los niveles. Y me parece importante que tengamos amplio conocimiento de lo que sucede, en aras de que busquemos juntos cómo hacerle frente a la pandemia.
Podemos pensar que estamos seguros si disponemos de una buena y oportuna atención médica; pero esta seguridad se desvanece cuando hay muchísimas personas que no la tienen y no pueden ser examinadas a tiempo, ni tampoco quedarse en casa porque no tienen un seguro de vida o su subsistencia básica. Así, nadie está seguro. Hay una situación de vulnerabilidad que no podemos desconocer. Y debemos, todos, asumir la corresponsabilidad de cuidar a estas personas. El asunto es, aunque parezca fácil decirlo, que si no nos cuidamos los unos a los otros, ninguno de nosotros estará seguro. Es así de simple.
Nadie duda que el panorama mundial se abrió este 2020 con un incremento de las incertidumbres y que éstas adquieren tintes mucho más dramáticos, cuando la crisis camina por las calles con licencia para matar. Frente a esto, nos urge pensar y diseñar las condiciones necesarias para abordar la reconstrucción de los vínculos sociales, amparados en que debemos fortalecer la esperanza de un futuro cercano más sano, más equitativo y más solidario.
Estoy convencido de que los escenarios que diseñemos, entre todos, suscitarán esperanza y credibilidad. Es cierto que la credibilidad y la confianza, no se ganan sólo con buenos propósitos de propuestas programáticas. Se gana -y también se puede perder (más fácil ésta que la primera)- con nuestros comportamientos y actitudes que asumamos todos, no sólo los gobernantes. Todos, sin excepción. No podemos perder de vista que lo que está en juego es la vida, la dignidad, la esperanza y la aspiración de un mundo más sostenible.
Veo con buenos ojos, que no estamos dispuestos a resignarnos a perder lo que tanto nos ha costado. Siento que muchos, millares estamos actuando para contrarrestar los peores augurios; estamos actuando, de manera colectiva y solidaria, para ayudarles a quienes peor la están pasando. Debemos continuar por la senda de la disposición a estar juntos y traducir esta fuerza social, cultural y política para lograr una vida distinta para todos. Ya no volveremos a ser los mismos.
Es imprescindible recuperar la esperanza. Y la esperanza no da espera.
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