Guillermo O. Sierra


Me he apropiado de una frase de Eduardo Galeano que repito con alguna frecuencia, porque me parece que nos invita a pensarnos de manera permanente. Dice nuestro siempre recordado pensador de América Latina: “Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.” Me parece una invitación para reconocernos en los otros. Y esto, lo digo con mucho orgullo, cuando pienso en el valor de la solidaridad. Lo he expresado en muchas oportunidades. Los manizaleños hemos demostrado no una, sino en múltiples ocasiones, que somos solidarios, así tengamos el alma costreñida, angustiada; a pesar de que muchas veces el dolor, las lágrimas y la desesperanza recorran las calles.
Y como se ha convertido en un referente para mí Eduardo Galeano, pues de nuevo lo traigo y digo que le aprendí lo que él tanto pregonaba: “No seremos plenamente humanos, ni seremos de veras democráticos, mientras no seamos capaces de construir un mundo sin hambre de pan y de abrazos.” Creo que los manizaleños debemos pensar que el pan y la ternura son fundamentales para la reconciliación que tanto necesitamos. Al mejor estilo del filósofo Séneca quien escribió su texto Sobre la ira, debemos aprender a cultivar nuestra humanidad. Hacerlo es una tarea urgente.
Para ello es necesario que aprendamos a diseñar alternativas en las que las relaciones y el reconocimiento de los otros y de las otras, ocupen un primer plano en nuestra agenda diaria. Quiero hacer una muy cariñosa invitación para que dediquemos un momento a pensar en lo siguiente: ¿qué hacemos, cada uno de nosotros, en nuestra cotidianidad, en los lugares de trabajo, en las calles por donde hacemos camino al andar, en las cafeterías en donde tejemos conversaciones, que hacemos para cambiar lo que somos? Quisiera pensar que lo que hacemos es cultivar nuestra humanidad. Hacerlo así, no es otra cosa que pensar en realidades concretas: solidaridad, respeto, lealtad, amor, reconocimiento…
Estoy convencido de que hablar del bien común de la Humanidad, del Cultivo de la Humanidad, es hacer referencia a los fundamentos de la vida colectiva, es decir a las relaciones entre los seres humanos, y de estos con la naturaleza y con la sociedad misma. Cultivar la Humanidad es cultivar el buen vivir.
Un último asunto: estos dos meses, abril y mayo, por lo menos se celebran tres momentos importantes: el día de la secretaria, el día del trabajo y el día del profesor. No quiero dejar pasar estas fechas importantes sin hacerles, desde esta columna, un reconocimiento de agradecimiento a las secretarias, a los profesores y a todos los trabajadores de esta ciudad y de este país. Nos han demostrado, una y otra vez, el valor trascendental del trabajo. Nos han enseñado que trabajar permite tener la posibilidad de transformar lo que hacemos y lo que somos. Y nos abre los horizontes para ser felices. Reciban todos un muy fuerte abrazo de agradecimiento por la seriedad y el esfuerzo que hacen día tras día. Ellos y ellas cultivan su propia humanidad. Y eso merece nuestro mayor respeto.
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