Gonzalo Gallo


Millones de creyentes han sido mal educados por años y años en la terrible escuela de la culpabilidad.
En la mayoría de las misas se repite sin cesar un dañino estribillo: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”.
Algo horrible que debe erradicarse ya que para el alma y la mente es nefasto alimentar sentimientos de culpa.
Está bien asumir responsabilidad por lo que haces, pero culparte te frena, te desalienta y te enferma.
Afortunadamente hay sacerdotes y pastores que no apoyan la fe en la culpa y les hacen un gran bien a sus fieles.
Entiéndelo y no te castigues más rumiando tus errores; reconócelos y perdónate para siempre.
Deja de flagelarte sin piedad por lo que hiciste o dejaste de hacer. No culpes ni te culpes. Sé compasivo
Perdonarte mejora tu autoamor y te ayuda a seguir adelante disfrutando el ahora serenamente.
@gonzalogallog
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