Gonzalo Gallo


Hay muchas experiencias traumáticas: violencia doméstica, abuso sexual, desastres naturales, maltratos o guerras.
Activan el sistema de alarma cerebral conocido como: lucha, escape o bloqueo. Junto al miedo son reacciones para la supervivencia.
Esas emociones vienen prediseñadas en nuestra genética y se empiezan a desarrollar en la infancia.
Es cuando se inicia el proceso de aprendizaje para poder usarlas en la vida de forma adecuada.
Son claves los circuitos amigdalinos y la corteza prefrontal del cerebro que nos permite tomar decisiones, realizar tareas planificadas.
Ante un trauma se genera una “cascada química”, que inunda el cuerpo con varias hormonas de estrés diferentes. Causa cambios psicológicos que preparan al cuerpo para defenderse: el ritmo cardíaco y la respiración se aceleran y los músculos se tensan.
En ese proceso se desencadena la respuesta del miedo por la activación del sistema límbico.
@gonzalogallog
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