Gonzalo Duque Escobar


Si bien, según la FAO, el promedio de deforestación global de los últimos diez años, tan solo alcanzó a la mitad respecto a las cuantías de la década anterior, todavía este flagelo es altamente preocupante: por ejemplo, los trópicos perdieron 12,2 millones de hectáreas de cubierta forestal en 2020 y América Latina perdió 14% de su cobertura boscosa en las últimas tres décadas. Aún más, Colombia que tan solo ocupa el 1% de la superficie de la Tierra, al contar con 314 tipos de ecosistemas continentales y costeros, tiene grandes retos con el planeta, por albergar el 10% de su fauna y flora y hacer parte de las 12 naciones más megadiversas del mundo.
Pero Colombia, tras la pérdida de más del 90% del bosque tropical, ecosistema estratégico que hospeda más del 80% de la biodiversidad terrestre, ha visto la degradación de su zona andina cuya vegetación representa 29% de la flora total del país, lo que incluye varias clases de bosques, como el húmedo que se encuentra en la región cafetera, hasta el bosque de niebla ubicado en la parte alta de las montañas y los páramos. De ahí que, dada la problemática de nuestros bosques tropicales que cubren 58.6 millones de hectáreas y caracterizan regiones del país como la Amazonía y el Pacífico, debamos acometer la restauración forestal, no sólo como una estrategia para enfrentar la amenaza al cambio climático, sino también como un camino a la recuperación y bienestar en sus territorios.
En el marco de la celebración del Día Internacional de la Tierra, que se conmemora cada 22 de abril, debemos emprender acciones correctivas para prevenir el descenso gradual de la calidad del agua de Colombia, afectada por la descarga de efluentes sin tratar provenientes de la agricultura, los medios urbanos y las industrias, y emprender acciones de restauración de ecosistemas degradados, como parte de un proyecto integral en favor de las cuencas como fuentes de agua y vida, donde aún faltan acciones para recuperar los bosques de galería que han sido objeto de una alta explotación industrial, y también las zonas de reserva y protección a humedales amenazados por ser fundamentales para pescadores y campesinos.
Igualmente, Colombia que en los últimos seis años perdió 552 mil hectáreas de bosque primario en la Amazonía nacional por causa de la deforestación, y en 2020 deforestó 75 mil hectáreas de bosque, también debe contemplar el daño que han sufrido los ecosistemas andinos, donde los bosques de niebla y páramos están severamente diezmados, al igual que los bosques secos tropicales que por acumular una pérdida de más del 90%, solo les resta un poco más de un millón de hectáreas, lo que significa tener en amenaza severa más de 2.600 especies de plantas de las cuales 83 son endémicas, además de aves y mamíferos de estos ecosistemas ubicados en fragmentos aislados de los valles interandinos, y del Caribe y la Orinoquía.
Aunque hace medio siglo no se consideraban los delitos ambientales en el país, gracias a la expedición del Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente (1974), se define el ambiente como un patrimonio común de utilidad pública e interés social, creando para el Estado y la Sociedad Civil la obligación de velar por su preservación y manejo responsable. No obstante, a medida que avanzan las sociedades y con ello la demanda creciente por los recursos naturales, mediante el endurecimiento de la ley frente a los delitos ambientales, las medidas punitivas también deberán implementar ofensivas contra las acciones ilícitas que deterioran o presionan el medio natural.
Además, así los líderes mundiales instados por las protestas públicas y la creciente conciencia de la actual problemática del planeta, nunca se hayan tomado más en serio las amenazas al clima y al medio ambiente que en 2021, para ayudar al planeta la mejor alternativa según la FAO, consiste en reconocer y hacer cumplir los derechos de los pueblos indígenas sobre las selvas tropicales. Lo anterior ya que, en la búsqueda de estrategias rentables para detener la destrucción del medio natural en los países con bosques tropicales, se ha detectado esta posibilidad como una estrategia eficaz y asequible para abordar la deforestación y la pérdida de biodiversidad.
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