“Soy periodista y desde hace 16 años formo parte de la redacción del periódico LA PATRIA de Manizales, en donde ocupo el cargo de editor de Noticias. Terminé estudios de derecho y he sido catedrático en Comunicación Social y Periodismo. Formo parte de los consejos directivos de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) y de Consejo de Redacción colectivo por la promoción del periodismo de investigación en Colombia. Me interesan los temas relacionados con Libertad de Expresión y Periodismo de Investigación.” (La Silla Vacía).
A Fernando le fue otorgado el “Premio Clemente Manuel Zabala, que destaca la labor de un editor colombiano ejemplar, que le entregó anoche la FNPI, en Medellín.” (LA PATRIA, octubre 1 de 2017).
Ese reconocimiento no es producto del acaso. Es el premio a una vida dedicada al periodismo objetivo, claro, sin medias palabras, sin los enredos de filigrana, que suelen ser tan comunes en los que hacen lo mismo, sin la misma dignidad intelectual y personal.
Tuvo la fortuna de hacer sus primeros pinitos al lado del inolvidable amigo Orlando Sierra Hernández, el hombre al que le quitaron la vida, porque se atrevía a decir la verdad, sin medias tintas, con nombres y apellidos. Una pelea desigual entre alguien que tenía como único utensilio para su labor la pluma y aquellos que quieren escribir la historia de Colombia con plomo, segando vidas, disparando a quemarropa y de sorpresa, por encargo pagado, para que lo que pasa no sea dicho, para sembrar miedo y producir temor. No lo lograron.
Fernando, testigo de excepción de la labor periodística de Orlando, tomó sus banderas y se convirtió en un defensor de la verdad, esa verdad que tanto molesta a los corruptos, la que los pone en evidencia y los desnuda, para el escrutinio público. Le enseñó a denunciar sin juicios de valor, con claridad meridiana, poniendo el dedo en la llaga, para mostrarle a la gente lo que no está bien, todo lo que pasa a nuestro alrededor, sin que las personas se inmuten, como si la corrupción fuera una virtud y no un nauseabundo defecto. Es que la corrupción es enemiga de la institucionalidad, contrario a que el honor es el escudero fiel de los quijotes que todavía tenemos la osadía de denunciar, en un país en el que guardar silencio y decir que no se sabe algo, aunque se sepa con detalle, hace parte del andamiaje de la mayoría de las personas.
Este premio tiene especial significado. Reconoce la integridad de Fernando, hace pública su determinación para ejercer un periodismo transparente y pulcro, le da al Periódico un premio por tener entre los suyos a una persona de esa estatura intelectual y moral. Felices deben estar los estudiantes a los que les enseña, porque aprenderán con un hombre recto, honesto y claro. Felicitaciones a Fernando por ese merecido reconocimiento. Eso lo obliga ahora a ser el faro que guíe a muchos en el ejercicio de una profesión que ha sido no pocas veces prostituida por mentirosos de oficio, opinadores prepago, y seudoperiodistas sin escrúpulos.
Los que juegan a las predicciones de un futuro, que nadie sabe por supuesto, han dicho que los periódicos están muriendo. Nada más alejado de la verdad. Aunque hoy con los recursos cibernéticos hay nuevas posibilidades para escribir, el periódico, el impreso, no dejará de tener lugar en el mundo, porque no hay nada que remplace la sensación indescriptible de leer un periódico real, hacer anotaciones sobre él, guardarlo para recordar el pasado y tener un hilo conductor que nos muestre los cambios reales, para mejor o para peor, que ha tenido nuestra sociedad.
En fin, el reconocimiento a Fernando Alonso es el premio a la constancia, a la dignidad intelectual, a la transparencia personal, a la honestidad periodística, a la lucha diaria por mantener informada a la gente de lo que sucede a su alrededor, mostrando la realidad de lo que vivimos, dejando al lector la oportunidad de hacer su propio juicio sobre la importancia de lo escrito, en una sociedad que vive paralizada, que se conmueve con poco y que tiene tergiversado el principio: “Pienso, luego existo”, que ha ido metamorfoseando lentamente hasta convertirlo en la nueva filosofía que impera en el mundo: “Tengo, luego existo”.
Felicitaciones al Periódico de casa por tener entre su personal a un hombre con el talante, lleno de talento, de Fernando Alonso. Enhorabuena una noticia amable en medio de tanto desbarajuste y de tanto lodo que escurre a diario en nuestro maltratado país, en nuestro aporreado Departamento.
Ojalá su ejemplo sirva de abono a los que hoy están en el periodo de aprendizaje del noble oficio del periodismo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015