Flavio Restrepo Gómez


Va a terminar el año. El balance no es alentador. Colombia se debate entre la polarización extrema; esa política de enanos mentales, eunucos morales y charlatanes sin ética. Parlamentarios que gritan, vociferan, insultan y se burlan del país. Un circo de mala muerte. Aprovechan momentos de coyunturas superficiales para hacer cambios, sin control político. No aceptan reformarse a sí mismos, para hacer la labor de quitarle todo el hollín y la contaminación al ejercicio de la actividad de miseria humana, en que han convertido sin asomos de vergüenza alguna, el ejercicio político, en detrimento de las mayorías ignoradas.
Después de que por cuenta del CD y su gran patrón, Colombia perdiera mucha mar y no poca tierra, continuó mandando en cuerpo ajeno, con Iván Duque. Los 5 primeros meses han sido un desastre en lo social, de escasos resultados positivos, que son propaganda política falsa, para el colombiano del común.
Los escándalos, inaceptables en otros países, aquí son tapados con "cartas" que guardaron por años, para con oportunismo, sin decoro, hacer un escándalo replicado por medios a su servicio, con explicaciones que no desvirtúan lo que es realmente importante y escandaloso. Desvían la atención, en una arremetida de publicidad y mensajes falsos que acaparan la atención, haciendo perder de vista lo importante. Así van legislando, aprobando leyes con esa amalgama de contrarios unidos, para imponer intereses y ganar privilegios.
Odebrecht, los sobornos multimillonarios que comprometen lo más alto de la policlase; reformas tributarias con una planeación deliberadamente enmarañada y maquiavélica; la educación que no es prioridad real; los escándalos son pan cotidiano; la desfachatez de los que legislan, negando toda posibilidad de cambio. Eso y otras cosas que se hacen para "controlar" la libertad de prensa, privilegiando los propagandistas del sistema, las maniobras hipócritas con que se benefician grandes capitales y se exprime a la clase media, nos tienen al punto del naufragio o la dictadura solapada, tan sofisticada, disfrazada e indecente, como ha solido ser desde hace 20 años.
Este "duque está a la deriva", en aguas profundas y turbulentas, sin un capitán que sea preparado y serio en el manejo de este barco llamado Colombia, que perdió el norte, no tiene brújula y esconde todo con argucias tan sofisticadas como grotescas.
Estamos en situación difícil, como un "duque a la deriva". El capitán del barco, actúa en cuerpo ajeno. Dice que dejó de ser manipulable desde que llegó a la adolescencia. Su lloriqueo cuando entró a saludar al que nos lo impuso después de su discurso de posesión, demuestran lo contrario.
Estamos necesitando con urgencia una reforma política, que acabe con esa amalgama de "partidos" que se crean, para acabar con los contrarios que representen pesos y contrapesos; partidos que sean fieles a su ideología y no traicionen la misma. Necesitamos una derecha moderada, pensante, deliberativa. Una izquierda moderada, cercana a la social democracia. No podemos permitir tener extremistas de ningún color, desestabilizando nuestro país y convirtiéndonos en una democracia de mentiras, actuando como una dictadura de verdad. No podemos permitir la arremetida para acallar la voz de los periodistas que los cuestionan; no podemos acostumbrarnos a que sean normales las entrevistas manipuladas, con libreto, con periodistas sin ética que se prestan para esa parodia de periodismo indigno, vendido, con tinte político, que no informa, que toma partido como si se tratara de barras bravas, de un partido que gobierna, en el que está en juego nuestro futuro, hoy lleno de incertidumbre y sin norte.
Somos un "duque a la deriva", podemos sentir de cerca la posibilidad del naufragio, sin oportunidad de que se declare el "zafarrancho", para abandonar el barco antes de que se hunda. Para lograrlo, necesitamos un control político real, que no tengamos en el Senado un cuasi analfabeta que apaga micrófonos acallando a la oposición, alterando indecentemente el equilibrio entre gobierno y oposición.
No permita que sea usted un simple títere que hace mandados. Colombia necesita un presidente de verdad. No podemos convertirnos en una Venezuela o una Nicaragua, pero de derecha extrema. No queremos convertirnos en una dictadura. Queremos una democracia de verdad, donde las diferencias se solucionen con diálogo, no con armas y muertes al por mayor y al detal.
Ya es hora presidente Duque de comenzar a gobernar sin el manoseo de los que lo llevaron a ese puesto. Tome las riendas de este "duque a la deriva".
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