Terminó el 2018. Un año aparentemente igual a todos los otros, pero muy distinto. Tuvimos cambios en lo político, en lo económico, en lo social, que habían prometido mejorarían las condiciones de vida de los colombianos; les harían más fácil la vida, les ahorraría muchas de las dificultades que se enfrentan en el día a día; se preocuparían por los menos favorecidos, habría oportunidades para todos, entraríamos en un estado de la legalidad, se opondrían y lucharían contra todas las formas de corrupción, economizarían recursos de los contribuyentes, malgastados en más obras fantasma. El imperio de la ley sería severo con los que violan las normas o delinquen, sin contemplaciones, con riguroso celo.
No se había comenzado la nueva administración, cuando los nubarrones negros hicieron su aparición, para decirnos que nos preparamos para un cuatrienio de incertidumbre, falta de liderazgo, inestabilidad, injusticia, burla a las instituciones, desgobierno, polarización y fanatismo.
El panorama no parecía poder ser peor, pero acciones contundentes han demostrado que siempre, en cualquier circunstancia una situación difícil, puede ser susceptible de empeorarse. Y ha empeorado con la falta de liderazgo, con el manejo de lo público por un hombre que carece de formación. Integral para ser el líder que maneje un país convulsionado como Colombia. Una marioneta, un títere manipulable, entregado en cuerpo y alma a hacer mandados y cumplir con lo que le dictan desde bastidores los que de verdad tienen el poder. Esa caterva de opuestos, que solo están interesados en convertirnos en una hacienda, en la que el “propietario” hace y deshace a su antojo, burla las leyes, da lecciones de irrespeto a las instituciones y nos conduce, porque así lo necesita, por rumbos escabrosos, en los que la impunidad es ley, el que la hace no la paga; la termina pagando el que sin hacerla, cae en sus lodazales de venganza, en su imperio de complicidades y silencios, con los que ellos quieren la impunidad, desviando la atención con escándalos que pareciendo muy grandes, son minúsculos al lado de la gran corrupción que quieren esconder.
¿Qué va a pasar? Nadie lo sabe. El país está convertido en una cantera de polarización que presagia épocas de oscurantismo y nubarrones negros, que anuncian torrenciales aguaceros de injusticia, impunidad y violencia. Opereta mediática. Burla a las instituciones. Una justicia que quieren reformar a la medida de sus necesidades, para tener impunidad y hacer que paguen penas otros que son vistos como enemigos peligrosos, para un gobierno que es endeble, carece de cimientos ideológicos, está levantado, sobre lo peor que tenemos como sociedad, arrastra los vicios y herencias de todas nuestras desgracias políticas, todas los desmanes de los que con aura de “mesías”, nos quieren imponer su propia ley.
Mientras pasan las festividades de fin de año, preparémonos para lo que se nos viene. El mensaje recibido hasta ahora, es el de un gobierno apuntalado en la mentira, la persecución infame al contradictor, la proliferación de falsas noticias y de propaganda institucional que distorsiona la realidad y tergiversa los hechos. El devenir es poco alentador. De seguir como vamos, tendremos más escándalos que realidades, más bullicio y menos realizaciones. Seguiremos a la deriva, con un presidente improvisado, sacado del sombrero del “mago” tramposo que lo impuso, para desgracia de nuestra institucionalidad y nuestra Patria.
Es hora, ahora o nunca, de corregir el rumbo; de preocuparse más por los problemas que tenemos aquende las fronteras, que de hacer el papel de idiota útil, simple marioneta, manipulada por un sociópata irredento y su cofradía de áulicos en el poder, hombres y mujeres que hacen bien los mandados que les ha dado el falso Mesías. Ese que se burla de todas las normas, irrespeta todos los poderes y no se retira del ejercicio de la política, porque carece de dignidad y sabe que sin esa actividad estaría expuesto a ser juzgado y condenado sin contemplaciones, por una sociedad que en mala hora, lo trajo de su vieja guarida, para volver añicos nuestras instituciones y nuestra dignidad como Nación.
Es ahora o es nunca, Iván Duque, de corregir el rumbo, para no pasar a la historia como el ser más manipulable y falto de carácter que ha tenido esta Colombia que nos duele. Para ser presidente no son necesarias las falsas especializaciones que usted dijo tenía. Se necesita tener carácter, no dejarse manipular y tener dolor de patria.
Estaremos atentos. No vacilaremos en protestar, así usted utilice todos los métodos de degradada reprensión política, para acallar al opositor.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015