Flavio Restrepo Gómez


Creíamos que no podía ser peor. Pero fue mucho peor. El 2019 nos dejó muchas frustraciones en lo político, en lo burocrático, en la seguridad, en el renacimiento de los nuevos grupos al margen de la ley, violentos, letales, impunes.
Nos esperanzábamos en una Colombia mejor, más incluyente, más diversa, más preocupada por mayorías. Pero la tenemos peor, mucho peor. Más excluyente, menos tolerante, menos diversa, preocupada para darle gusto a minorías, como si hacerlo no ampliara la brecha, no produjera más pobreza, más impunidad, menos oportunidades.
Los medios al “servicio” del gobierno muestran una realidad inexistente, con la que quieren hacer parecer que todo va bien y que va a mejorar. Pero un país no puede mejorar solo teniendo como referencia las utilidades extraordinarias, esas que superan en mucho los buenos negocios que tienen a Colombia en el atraso, sin que les importe algo.
El poder que ganaron, bien o mal, con trampa o sin ella, se supone es una situación transitoria, en la que el bien común es el más importante de los logros, no la vergüenza que causa, saberlo distribuido entre castas politiqueras, en las cuales hay tanto deshonesto, tanto cínico, tanto desalmado, tanto tramposo, tanto delincuente de cuello blanco (en pocas ocasiones, la mayoría de las veces blanqueados, todos lo saben).
La reforma tributaria es una vulgaridad propia de feudos y republiquetas atrasadas, en lo económico, en lo social, en lo moral y en lo ético. Quitarle impuestos a los dueños del país y cargar parte en la clase media, es una bofetada a todo un pueblo, que sufre las consecuencias, sin que lo escuchen o lo tengan en cuenta.
El problema no es el de la riqueza. El problema es el de la concentración de la misma, a costa de la pobreza de millones de colombianos, que ven perdida su esperanza, la posibilidad de redimir sus derechos sin violencia, la oportunidad de participar en las decisiones que afectan a todo un país. Ojalá haya muchos más ricos, pero no podemos estar tranquilos cuando solo se multiplican los pobres.
Los sistemas educativos son desiguales, entre lo público y lo privado. Educar no es una prioridad, más aún, es un problema. Controlar gente educada e instruida es una tarea difícil.
Patrocinar hipócritamente la ignorancia es un negocio cruel, pero redondo, para los que manejan el poder. Es a esta policlase corrupta y sin tripas, carente de corazón y con evidente falta de alma, a la que debemos que no se permita la solidaridad, la preocupación real por los ciudadanos, por los campesinos, por los compatriotas que se ven marginalizados.
Hoy recuerdo el poema “La peña del dolor”, escrito por Roberto Muñoz Londoño.
“Quiero haceros sentir nuevos dolores/ que pasarán en ronda fugitiva,/ como una gran bandada de palomas,/ a esconderse en las páginas marchitas/ de la polvosa historia de los siglos;/ que duerme siempre entumecida:
El ciego Milton, con dolor escribe/ la obra que su genio inmortaliza;/
en el dolor vio Dante su comedia,/
que con tanta razón llamó “Divina”.
Bajo el influjo del dolor, Schubert:/ su melodiosa “Serenata”; Vibra,/ Musset en su dolor forja con llanto/ la tristísima historia de “Lucía”.
En su dolor, nos muestra el Negro Dumas,/ su “Madame Gautier”; su Margarita/ Y Le Martine, escribe sollozando/ la historia de Abelardo y Eloísa.
Shakespeare en su dolor pinta a Julieta/ hermosamente bella y pensativa,/ diciéndole a Romeo: “No te vayas,/ que no canta la alondra todavía”...
Ebrio de pena Chateaubriant,/ Escribe de Atala y Chata/ su honda despedida.../ el Manco de Lepanto,/ ve burlado su Don Quijote,/ gloria de su vida;/ Cristóforo Colombo encuentra un mundo,/ y luego en una cárcel agoniza,/ Llorando por Leonora escribe “El Cuervo”.
Edgardo Poe, con preciosas rimas.../ Isaac, empapa en su dolor la pluma/ para escribir la historia de María.
El dolor hace grandes a los hombres.../ El dolor, es el alma de la vida”.
Si las cosas no cambian, si la política sigue siendo una damisela al servicio de minorías, entonces el 2020 no solo será igual, será peor. Esperemos que alguien tenga la capacidad de mostrarle la realidad y el desbarajuste a los que nos dirigen, ahora que nos acercamos al precipicio profundo por el que se nos derrumba este país a diario.
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