Estamos ya a pocas semanas de elegir a los nuevos congresistas, que manejarán los destinos de nuestro país. Todo va a cambiar, si no se presentan esos acontecimientos tan frecuentes entre nosotros, que cambian contra la voluntad del pueblo, nuestro destino, porque todavía hay personas sin honor, ocupando cargos en los que los inescrupulosos pueden hacer trampas, cambiar resultados, contabilizar votos de sufragantes que no votan, porque hace años murieron, de personas que están en Colombia de paso, sin tener ciudadanía colombiana, pero incluidas en las bases de datos de esa ratonera llamada Registraduría Nacional de la Nación, dirigida por un personaje con serios cuestionamientos sobre su pasado y peores evidencias sobre su presente, lleno de demostraciones de falta de idoneidad, imparcialidad, justicia y honestidad.
La inscripción de cédulas por internet es imposible, en una entidad que no tiene la intensión para mantenerla activa, que se pueda hacer fácilmente, obligando a hacerlo presencialmente en las registradurias, que son de difícil acceso para millones de colombianos. Pero estamos ante la posibilidad de que los tramposos de siempre no puedan hacer lo que quieran, contabilizando votos de muertos, cambiando actas de votación, alterando los números con cinismo.
Ese control solo lo podremos hacer realidad, con voluntarios que se conviertan en testigos electorales que colaboren, para no permitir que los que han sido nombrados en cada mesa, alteren los votos, cambien los resultados, con trampa, cinismo e impunidad. Llegó el momento en el cual, el clamor de un pueblo agobiado por la pobreza y la desesperanza, tiene que ser escuchado, cumplimiento a esa Constitución, que muchos burócratas, tienen como un simple papel higiénico con el que limpian las inmundicias que defecan a diario, en esas que consideran deposiciones merecedoras de premios y aplausos.
Nos acercamos a las fechas electorales, para cambiar gran parte del parlamento parásito y deshonesto, que se ha enquistado en el poder, transmitiéndose los puestos, entre sus clanes de familiares y allegados, siguiendo las órdenes del gamonal, para continuar asaltando el presupuesto, robarse lo que es de todos y votar leyes que pasan rapidísimo cuando son en contra del bien común, o archivándolas cuando beneficiarán a los colombianos excluidos de siempre, esa mayoría sin voz y sin voto, sin derecho a la protesta, criminalizados, para demostrar que el que la hace no la paga y el que la paga no fue el que la hizo.
Tenemos que darles una lección a esos comerciantes de votos, esos clanes que manejan cada región, con la vergüenza de los cínicos, que se presentan como renovados, diciendo que tienen la solución para cambiar los desastres de las administraciones que han pasado, a las que ellos han pertenecido y de las que por supuesto son responsables.
No valen más chares compradores de votos, ni gneccos deshonestos; tampoco peñalozas mentirosos, ni gavirias embaucadores; mucho menos claudias que ni son angelicales, ni son verdes; ni galanes que se autoproclaman limpios, con sebastianes que después de pasar por todos los partidos terminan apoyados por el ya anacrónico Nuevo Liberalismo; ni de guidos, que con mucho dolor invierte la platica que acumuló; ellos se presentan como adalides de grupos a los que no pertenecen, porque sus intereses personales son más importantes que el cumplimiento del bien común.
Casi todos son mercenarios de la contratación, estafetas de la deshonestidad, o interesados en macro obras en las cuales inundaran tierras fértiles, para poder quedarse con tajadas grandes, cambiando el CVY por un nuevo eslogan, el MPE (Mi Porcentaje Es), que los desnuda de su impudicia, dejándolos empelota, con todas sus malas intenciones a flor de piel, sofisticadamente escondidas en aparentes buenas maneras, con las que esconden sus malas intenciones.
En fin, tenemos que cambiar a la mayoría de los congresistas actuales, a sus secuaces o mulas, para limpiar el parlamento de tanta rata; volver a pensar en tenerlo como un lugar pulcro y renovado. Logrado eso, tenemos que cambiar a los títeres que nos ha impuesto el que ha gobernado mal Colombia hace 20 años, con los personajes de vergüenza que ha nombrado sin merecimiento alguno. Es indispensable acabar con falsos centros democráticos, ues, cambios radicales, miras, conservadores sin vergüenza, liberales sin principios, y toda esa larga lista de epónimos en que se convirtió la mala práctica política colombiana.
Es ahora o nunca. No bote su voto. No siga sometido a la falta de escrúpulos y de vergüenza de tanto delincuente político.
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