Flavio Restrepo Gómez


Quedan pocos meses para que termine este cuatrenio con presidente, pero sin gobierno. Meses que serán larguísimos, para los que estando en el poder son expertos en artimañas, trampas, fraudes, mentiras y operetas de baja estofa.
Todo está meticulosamente preparado. Nada lo hacen al azar. Esta política colombiana es un verdadero acto de bufones y comediantes, de baja categoría, pero altos salarios. Salarios que pagamos los contribuyentes que, para desgracia de toda una nación, vemos como dilapidan los dineros del Estado, roban a diario sin que para eso exista un verdadero y efectivo control que los ponga en cintura, los judicialice y les imponga penas privativas de la libertad.
Penas reales, sin que puedan gozar, a diferencia de los otros presos, de prebendas que no están contempladas en nuestro ordenamiento jurídico, solo porque vivimos en un país en el que el ejercicio de la política es una vergüenza, con esos entes de control que están supuestamente encargados de vigilarlos, pero que les sirven como estafetas para hacer pasar como legales todas sus fechorías y felonías.
El cinismo es total. El expresidente judicializado tiene como defensor de oficio a un fiscal de bolsillo, James, que es una vergüenza para la rama judicial y que, violando los más elementales principios de su función pública, da un salto inaceptable de acusador a defensor del acusado, con el patrocinio del “fiscal más preparado” de la historia colombiana, en la peor de las fiscalías que ha tenido la Nación.
Todo es una cadena de historias de Ripley, en el andamiaje del poder ejecutivo, amangualado, en una franca violación de todos los ordenamientos constitucionales con los entes creados para controlarlos, esos que, sin vergüenza alguna, se convirtieron en sus aliados y eliminaron el contrapoder de los organismos que tienen como supuesta función, su rigurosa vigilancia. No, en Colombia, Procuraduría, Contraloría, Defensoría del Pueblo, Fiscalía, Consejo de Estado entre otros, son defensores de oficio de los que están obligados a vigilar y cuestionar.
Que la presidenta de la Cámara de Representantes tenga unos antecedentes que niega, que sea famosa por su foto de gánster buena moza, exhibiendo una pistola que debe guardar con satisfacción en sus álbumes fotográficos; que le indique a un parlamentario, cómo tiene que votar, debe constituir un delito, que en cualquier democracia decente, la tendría en problemas judiciales y causal de perdida de investidura, probablemente por constreñimiento.
Eso es poco de lo que rodea a la mencionada funcionaria. Pero lo escribiremos en detalles en otra ocasión. Hablemos ahora sobre la opereta en la que fue apresado Otoniel, el delincuente más buscado de Colombia. Ese que comparan en su poder y en su captura con el tristemente celebre Pablo Escobar, una escoria humana que por desgracia tuvimos en Colombia, por la cual somos más reconocidos que por el mejor café del mundo, o por las esmeraldas más bellas del planeta.
La captura de Otoniel, que siendo una buena noticia, de lo que no hay duda alguna, está rodeada de tanto cuento chimbo, de tanto montaje de película con mal guión, que parece una juntura realizada, en momentos en los que el principiante que tenemos como presidente, goza con su partido, del más alto desprestigio que haya tenido otro mandatario, en toda la historia de la supuesta democracia de este país, maltratado y despreciado por delincuentes de cuello blanco y de corbata negra, que se acostumbraron a hacer un festín con el poder, del cual obtienen jugosos dividendos, sin que les pase nada.
La “captura” de Otoniel, con los múltiples delitos que se le imputan, son más una orden de otro Estado, que el cumplimiento con la ley en Colombia, que si fuera aplicada con transparencia y dignidad, lo retrendría en una cárcel de alta seguridad en Colombia, para hacerle el juicio que tiene pendiente por múltiples y gravísimos delitos que cometió contra toda una población a la que desplazó, asesinó, secuestró y violó menores, por los que al ser extraditado no responderá.
No podemos seguir dejando impunes a los grandes delincuentes de Colombia, sin que recaiga sobre ellos todo el peso de la ley, pero en Colombia.
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