Flavio Restrepo Gómez


Es cierto que un poco de aprendizaje es una cosa peligrosa, pero no es peor que la ignorancia total. Pauline Phillips
No se puede manejar una nación si se carece de una educación adecuada, porque la formación intelectual de un dirigente, no solo sirve para que él sepa, es absolutamente necesaria, para que el personaje que maneja los destinos de las comunidades aplique el resultado de sus supuestos conocimientos como medida elemental para la resolución de los problemas que enfrenta una sociedad. Hablamos de los que recibe cuando toma el cargo, pero también de los muchos que han aparecido desde que asumió sus funciones, contando con los que crea con su manera de actuar, dirigir o mandar.
Con Iván Duque hemos comprobado lo que significan la falta de preparación, ausencia de disciplina intelectual, la carencia de principios éticos, la deformidad de los pilares fundamentales consagrados en el andamiaje de un país decente, la ignorancia en su más abominable y cínica expresión, en la que el individuo habla con aparente conocimiento y coherencia, pero no pasa de ser un discurso aprendido, que repitió obligado por su padre, hasta memorizarlo, para engañar incautos y poder “ganar” el, haciendo trizas los derechos y esperanzas de los otros.
Este individuo que ha manejado el país 4 años, por el mandado de Álvaro Uribe Vélez y el Centro Democrático, es la demostración de lo que no se debe ser, ni como político, ni como dirigente, ni como persona. Un improvisado funcionario de baja categoría, elevado a la posición de presidente, es un ensayo inaceptable en un país que como Colombia, necesita personas con formación integral, entereza de carácter, capacidad para dirigir y mandar, con criterios sociales, apuntalado en un amplio conocimiento de lo que es el Estado y el arte de gobernar.
Para nuestro infortunio este títere, no solo hizo lo que le pusieron a hacer, sino que rompió las cuerdas y comenzó a comportarse como un muñeco que sin pudor y sin vergüenza está por terminar el cuatrienio más desastroso para la política en Colombia.
Duque todavía no entiende lo que eso significa, pero la vida que es cobradora usurera, le pasará cuenta de cobro por todas las fallas y los desmanes cometidos, por todos los actos de corrupción consentidos y aceptados sin rubor contra la dignidad de una nación que todos los días vive desesperanzada en medio de la pobreza, la desigualdad y el abandono de millones de compatriotas, que sufren las consecuencias de mandaderos de juguete y presidentes de mentiras.
Próximo a terminar su mandato, deja una Colombia empobrecida, con hambre, más desigual, más deshonesta, más endeudada, más corrupta, más violenta, menos conectada con la realidad, mucho más sintonizada con la trampa y el engaño, que con la justicia social. La obligación de preocuparse por todos los colombianos, en todos los confines de nuestra geografía, no le importó. Él todavía vive el cuento de hadas, en el cual le extienden alfombras rojas para salir a votar, le tienen la sombrilla a su esposa para que no se manche la piel con los rayos del sol, repitiendo la época de los esclavos y señores feudales, a los que nada les importaba, fuera de demostrar que eran ellos los que ostentaban el poder.
Viene en un mes un nuevo gobierno, que esperemos reivindique las verdaderas necesidades de los colombianos; acabe con los carruseles de corrupción que florecieron y se desmandaron en este cuatrienio, cuando Iván se vaya a disfrutar la abundancia de lo que ya tiene, eso por lo que tarde o temprano tendrá que responder, porque no hay nada en la vida no honesta, que no sea cobrado sin clemencia con el paso del tiempo.
Cuando el 7 de agosto, salga por la puerta trasera del capitolio, debería sin retardo alguno, preocuparse por prepararse en algo útil, distinto a ser complaciente con una policlase corrupta y déspota. El tiempo se le terminó. Ya es hora de que se E-Duque.
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