Flavio Restrepo Gómez


La historia que se repite a diario en Colombia, supera las del realismo mágico que nos dejara como legado García Márquez. Este país macondiano no ha dejado de ser un platanal, en el que los que nos gobiernan hacen a su antojo lo que quieren, como ellos quieren. La posibilidad de pensar en un país decente y digno es cada día más remota. Tenemos entes de control que no controlan nada, con burócratas que sin sonrojarse lo manipulan todo, desde la información, hasta los votos, con los resultados de los escrutinios.
Tenemos la vergüenza inaceptable de los millones de personas que han muerto, pero siguen votando, con la autoría intelectual de los funcionarios de los entes encargados de recolectar y contar los votos. Es por eso que entre las cifras del Dane y las de la Registraduría, esta última tiene cerca de 5 millones de colombianos más que supuestamente pueden votar, sin que se muestren medios eficaces para evitar que se cometa la trampa, que alteren los resultados de las elecciones y que gane el perdedor, como ya sucedió en pasados próximo y lejano.
Duque, sin que le importe mucho, participó de la cumbre climática mundial en Glasgow, Escocia; siguió con la visita a Sheil Mohamed Bin Zayed Al Nahyab, para permitir la exploración y extracción de oro en una reserva natural que, para cualquier persona con un mínimo de inteligencia, es intocable. Su paseo siguió, orando como musulmán fervoroso en La Meca y fue a Jerusalén como cristiano devoto.
Ya había llevado flores con reverencia a la dictadura china, diciendo sin sonrojarse que “lucha contra el comunismo”. Eso sin contar con que utiliza un avión del Estado, para hacer un paseo con 150 invitados, entre los que se encontraba casi toda su familia.
Estamos sometidos al imperio de los delincuentes de cuello blanco, que desde el poder o apoyados por él, cometen delitos y hacen trampas, sin que los ciudadanos del común tengan la posibilidad de verificar y controlar esas maniobras, con las que logran hacer las tretas que quieran, para tener el poder a cualquier costo, con cinismo y falta de honor.
¿Cuándo seremos capaces de oponernos con determinación y energía, dentro de la legalidad y sin violencia, a esa manada incontable de hienas que para desgracia nuestra nos manejan a su antojo? ¿Cuándo tendremos la capacidad de judicializar a un presidente que ha cometido todos los desvaríos y ha malgastado los dineros del Estado? ¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar para pensar en la posibilidad de un país decente? ¿Cuándo tendremos dirigentes sin tacha, que sean elegidos por sus méritos y su hoja de limpia y no seleccionados con el dedo corrupto y corruptor de los que nos gobiernan y los manipuladores de los votos?
Colombia no resiste más el nepotismo, ni la falta de vergüenza y dignidad de muchos de los funcionarios públicos que hoy tenemos en los puestos de mando. No podemos dejar continuar el “abudineo” constante de las arcas del Estado, para beneficio de clanes de corruptos, en detrimento de la gente que paga con su trabajo y sus impuestos, la existencia del mismo.
Estamos próximos a tener unas elecciones en las cuales se moverá mucho dinero ilegal para comprar curules, para que los corruptos de siempre mantengan sus privilegios y puedan desangrar más este país, con demócratas de mentiras y deshonestos de verdad. Seguirán después las elecciones para remplazar a Duque, que afortunadamente está próximo a terminar este mandato de vergüenza, pero que reúne una caterva de candidatos, que, con contadas excepciones, representan lo peor de la política en Colombia.
Colombia no puede seguir indiferente ante las acciones de delincuentes que malgastan y despilfarran los dineros del Estado, sin que respondan por eso. Tenemos que oponernos con energía, sin violencia, a la continuidad de tanto mediocre, de tanto hampón, de tanto miserable que tiene poder y lo usa para su beneficio.
Llegó la hora de salir a votar contra ellos, para castigarlos electoralmente y mandarlos a las cuevas de las que provienen. Si no lo hacemos estamos frente a la reedición de una dictadura civil, hipócritamente disfrazada de democracia.
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