Flavio Restrepo Gómez


El arte de gobernar no es tarea fácil. Se trata de estar al mando de una población o ciudad, por encargo de los que en elecciones decidieron a quien entregar el manejo de su municipio. Para cumplirlo con honestidad, eficiencia y transparencia, se necesitan cualidades excepcionales, que no tienen precio, principios bien cimentados de eficiencia, responsabilidad, ética, honor y dignidad.
Entre 2006 y 2008, “El Principito” gestó la idea de la terminal de transportes de Manizales, en el sector de Los Cámbulos. Esgrimió varias razones: el fácil acceso de vehículos; la conexión con el proyecto del cable, que serviría para trasladar los viajeros al Centro, pero sin maletas que no podían ir en cabina. Argumentó Rivas los “innumerables beneficios para los arrendatarios de la terminal”, algo que defendió la directora de la terminal, Luz Adriana Marmolejo, la que después fue Representante a la Cámara, sancionada con “muerte política”.
Vendieron la idea de que dicho centro estaría equipado con la mejor infraestructura, con el “ancla” de comida de afamadas marcas como Mac Donals, KFC, Frisby, que ocuparían los espacios más grandes. Decían que los otros locales, más pequeños, serían ocupados por los antiguos comerciantes de la terminal.
Hicieron marchas y plantones protestando por la poca claridad en la política pública para la adjudicación y las nulas ventajas competitivas para los comerciantes que estaban en proceso de desalojo de la antigua Terminal. Denunciaban los altos costos de los arriendos y las exigencias para acceder a estos, sin tener en cuenta la historia como arrendatario previo.
La ciudad embriagada por la promesa de colocarla en el centro de la mira nacional como una urbe progresista y exitosa, desdeñó los reclamos de los afectados. En el 2009, después de dos años de construcción, con una inversión de mas de 20.000 millones de pesos, fue inaugurado el nuevo terminal de transporte de Manizales. La cristalización de los contratos de arrendamiento se hizo, en su mayoría, bajo el reinado de Juan Manuel Llano.
También manifestaron públicamente que la vieja terminal ya la tenían negociado para la venta, pues estaban a punto de cerrar negocio. Todo encajaba en los planes del alcalde, que, como Midas, lo que tocaba se convertía en oro. Hoy sabemos, que todo lo que tocaba se convertía en pirita, el oro fantasía de los tontos.
Así se realizó un desalojo injusto, que atropellaba pequeños comerciantes con la indiferencia inexplicable de la Cámara de Comercio y de Fenalco. Pocos pudieron acceder a los nuevos locales por el alto canon de arrendamiento. Les cobraban anticipado, el “good will” de los almacenes ancla que llegarían. Más del 80% de los negocios de la antigua terminal cerraron definitivamente. De los restantes, unos se reubicaron y un porcentaje muy bajo, llegó a “La tierra prometida”.
A principios de agosto comenzaron a llegar unas comunicaciones firmadas por el gerente, César Augusto Cano y por la tesorera, amenazando con cobro jurídico a los arrendatarios morosos. Un cobro sin negociación, con una liquidación de intereses que acaba con cualquier pretensión de arreglo, para unos infortunados comerciantes que llevan 6 meses sin poder producir y ni abrir sus negocios, por mandato de su arrendador.
¿En dónde quedó aquel político que en campaña se arrodillaba y lloraba ante las dificultades del pueblo, el compungido cristiano que pedía perdón a Dios en plaza pública? ¿Dónde quedó su talante de gestionador de las angustias de los desvalidos? El alcalde Marín no se ha sentado, a la fecha, para encontrar soluciones reales para los comerciantes morosos de la terminal. De mente rápida y superficial, solo han salido unas comunicaciones amenazantes carentes de alternativas y sin ánimo conciliador.
Hace unos años, y por una circunstancia parecida, la junta de la terminal estudió varias opciones, concluyendo que sí se podía hacer una rebaja al canon de los arrendamientos. A través del acta de junta 298 del 15 de marzo del 2013, firmada por Jhon Jairo Prieto, gerente de entonces, se concretó la voluntad humana, legal y benigna de negociación, con los atribulados deudores.
El bufón no les da prioridad a los problemas de la ciudad, que no le den créditos para otra puesta en escena de su ya conocido estilo de “stand up comedy”.
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