Mi generación estuvo influenciada por la guerra de Pablo Escobar contra el Estado, por la expansión paramilitar que nos llevó a conocer a la geografía nacional de matanza en matanza, por los fracasados acuerdos de paz y la violencia de las Farc, por el asesinato de líderes que sembraban esperanza y por la Constitución del 91.
En mi caso, había un personaje que me llamaba la atención, un viejo que hablaba como oráculo y que dibujaba caballos, al que muchos le temían -incluso en mi casa-, pero que a mí me fascinaba con sus palabras: acuerdo sobre lo fundamental, hay que acabar el Régimen, el talante conservador, "Colombia es un país conservador que vota liberal". Álvaro Gómez Hurtado fue asesinado por el Régimen, al que combatió con dialéctica, pero le respondieron con bala.
El prólogo de Álvaro su vida y su siglo, de Juan Esteban Constaín, me hizo identificar con él, porque como yo vio la necesidad de ahondar más en el pensamiento de este personaje y como yo viró a ser conservador -tampoco de partido-, a pesar de que sus papás se proclamaban liberales, como en mi casa.
Constaín es un buen novelista y un excelente historiador, de una cultura envidiable. Asumió el reto de escribir esta obra sobre un personaje fundamental en la historia de las ideas políticas, y de sus excesos.
El hijo de Laureano, el Monstruo, estuvo marcado por el sino de su padre. La mitad de esta obra habla de Laureano mientras nos cuenta de Álvaro, y es normal porque la vida del protagonista de esta obra estuvo ligada a la marca que dejó en el país el viejo señalado de todos los males, como si guerra y Violencia solo se hiciera con uno.
El autor asume una teoría, sin exculpar las responsabilidades de los Gómez, y es que se quedaron tan solos en su batalla que fue muy fácil para otros responsables dejar el mito de que todos los males los encarnaban ellos. Han pasado 23 años de su muerte y los males nunca necesitaron más de voces lúcidas como la de Álvaro Gómez Hurtado.
Esta obra no es una biografía en el sentido estricto, es más una mirada a un hombre que marcó una época y un homenaje a quien nació hace 100 años, con el comunismo solía decir, según nos relata Constaín.
El humor para decir las cosas, el rigor para buscar los datos y la habilidad para escribir con claridad sobre la historia del país político es un gusto. Constaín sabe escribir con suficiencia y por eso echa mano de un recurso que generalmente sale mal, pero que él hace perfecto, el de la redundancia. Una y otra vez, a veces a renglón seguido, repite la idea porque quiere claridad. Hace poco escribía la Real Academia Española en su Twitter: "Tenga en cuenta que la redundancia es un fenómeno natural en la lengua, que responde la mayoría de las veces a razones de refuerzo expresivo que no cabe censurar". A eso me refiero.
Un libro para quienes no conocen de Gómez ni su leyenda negra y para quienes lo vieron en vida, para que se enteren de su capacidad intelectual, de que fue pieza fundamental de dos esperanzas de paz, el Frente Nacional y la Constitución del 91. Esta la lideró con Antonio Navarro Wolf, del M-19, grupo que lo secuestró antes. La influencia de este personaje en el país, para bien y para mal, es indudable, y absurdo fue que el Régimen, durante la Presidencia de Ernesto Samper Pizano en su peor momento, lo asesinara. Mataron a un estadista, "el más grande de Colombia en el siglo XX", dice el autor, y eso que jamás ejerció la Presidencia.
Al final 11 códigos QR nos permiten ir al mundo digital y ver videos de entrevistas, discursos y debates de este conservador, que siempre estuvo en la primera línea de la batalla política. No rechacen esta columna, lean la obra y #HablemosDeLibros.
En frases
* Llevaba este libro entre pecho y espalda desde hacía muchos años, toda mi vida.
* Con el poder en la mano, no hay presidente que se deje decir nada a los ojos: ninguno.
* Cada quien es hijo de su tiempo, de la manera en que la historia hace que sus palabras y la entonación sean las de su época.
* Eran políticos, buscaban puestos, querían el poder, intrigaban. En eso consiste la política.
* Los conservadores mataban liberales y los liberales mataban conservadores, es la verdad, quien diga lo contrario o miente o se equivoca.
* La historia cuando ya ha ocurrido es por lo general infalible.
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