Esteban Jaramillo
@estejaramillo
Saltó la valla publicitaria, se quitó la camiseta, arrancó desenfrenado hacia la tribuna donde lo esperaban los hinchas enloquecidos.
A punto estuvo de perder el equilibrio. No parecía en sus cabales. Brindó, abrazado, con quien se atravesaba, después del agónico gol del triunfo.
El estallido de sus emociones era un expresivo desahogo. Años llevaba con gran expectativa como promesa, con tardanza en su crecimiento por las lesiones y por los caprichos de los entrenadores que le robaron continuidad y no supieron explotar sus innegables condiciones.
El día y la hora para Alejandro García llegaron cuando más lo necesitaba el Once Caldas. Cantera por cartera, porque de los argentinos, Barbaro y Gallardo, nada.
Interpretó a la medida su colocación y su función, jugando como volante adelantado, atacando el espacio, llegando por sorpresa, en jugadas espontáneas que parecían preparadas.
Capitalizó el exquisito pase de Ayron del Valle, la figura del duelo con su asistencia, su gol y su influencia en el ataque, quien lo puso en la desenfrenada celebración, con maestría.
El Once fue otro equipo, bajo las circunstancias que rodearon el partido. Mal alineado, sin recursos técnicos en el colectivo, sin llegadas peligrosas, con ganas y sin fútbol, encaró a su rival que llegó sin sus figuras, hasta que Montero, el portero visitante, perdió la cabeza y fue expulsado. Decisión correcta del árbitro. Solo que no era penalti. Al contrario, indirecto en contra por la obstrucción de Riquett.
Corredor encontró soluciones en el tablero, a pesar de que minutos antes pifió dándole confianza a Mera para relevar al lesionado Artunduaga. Fue, por su inexperiencia, uno menos en la cancha, mientras estuvo. Pagó derecho de piso.
Movió sus fichas el técnico, desaceleró el equipo sin Quiñónes, aguantó la pelota sin Valdes, logró precisión de pase, elaboró con calma y buscó la profundidad que antes no tenía.
Trascendió Del Valle, crecieron Celis y Pico, se asentó Balanta y Rodríguez Rico con Alejo García, le dieron fluidez a las jugadas.
Se jugó con criterio, lejos de la portería, no se rifó la pelota, ni se abusó del pase largo o del pelotazo, que terminan con el balón dividido.
El Once entendió que a Millonarios había que mostrarle los colmillos porque, aunque intimida, flaquea en su zona defensiva.
Victoria fundamental en las aspiraciones. Con otro fútbol, distinto al inconsistente tantas veces rechazado. El de los temores en relevo a la osadía. Por fin una victoria. Por fin una alegría.
P.D.: Abominables las amenazas a Corredor. Maneras cobardes de protestar por la campaña. Las mentes perversas, ocultas, que habitan en el fútbol. Frente a ellas no se baja la guardia ni se juega al descuido.
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