Esteban Jaramillo
@estejaramillo
Se celebra y se discute el comportamiento histriónico del portero de Australia, con táctica mental efectiva, para eliminar a Perú y clasificar como héroe a su equipo al Mundial de Catar.
Legal su comportamiento, en medio de polémicas, dicen los expertos arbitrales.
La sustitución de un guardameta, en la antesala de "los penales" tiene antecedentes en el Once Caldas.
En 2011, en el subtítulo ante Junior, una discrepancia amistosa del cuerpo técnico, que comandaba Pompilio Páez, con su entrenador de porteros Mario Marín, se zanjó a favor del primero, al mantener como titular a Juan Carlos Henao, por su experiencia, en perjuicio de Neco Martínez, quien atravesaba buenos momentos. Decisión errada como lo demostró el desenlace en el que Viera, portero rival, fue figura.
Respecto a la actualidad del Once, afronta las dificultades propias del mercado deprimido, observando con lupa a jugadores inactivos, lesionados con reciente recuperación, discreto pasado en otros clubes e, incluso, afectos al consumo etílico.
Engañaron los empresarios a la dirigencia blanca con Luis Carlos Ruíz, de 35 años, recuperado para el fútbol en Tuluá, después de larga inactividad. Hoy está en Millonarios.
Lo mismo ocurrió con Carlos Ramírez, zaguero del Pereira, y Leo Castro su goleador. Los ofrecieron al Once, acercaron el acuerdo, pero dieron la espalda.
Pusieron "la escalera" para mejorar sus sueldos.
Juegan los equipos apurados por la tabla de reclasificación con desventaja, porque los buenos jugadores no están libres.
Entre tanto, el Once ajusta su zona de marcaje, con Pico y Celis, dos "tapones" con oficio, buenos chicos, pero en entredicho por sus lesiones.
Analiza la conveniencia de retocar su ataque, con Mauricio Gómez, en prueba, un extremo que dirigió Corredor en Patriotas, rápido y zurdo, sin suceso reciente en el América.
Busca, además, un extranjero que ocupe la franja central creativa y, de ser posible, un atacante con goles en su estadística.
Tarea difícil, la que acompañada por la estrategia del silencio de los directivos, no permite darle una nueva vida al equipo o elevar el estado anímico del hincha.
Por todo lo anterior y algunas razones más, el Once necesita refuerzos… Y un psiquiatra.
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