Esteban Jaramillo
@estejaramillo
No hay fútbol de ayer o de hoy. Está demostrado. El fútbol es uno. Solo hay buenos y malos jugadores porque las variadas tendencias de juego se nutren, unas y otras, de la calidad de los futbolistas.
El Once Caldas que dirige Diego Corredor, no es ni reguetón ni rocanrol, ni salsa ni milonga. Es un baile soso, aburrido, sin cadencia en el uso del balón que el técnico llama moderno. Es alimento para los masoquistas.
Con el descaro al afirmar con rebusque o eufemismos, que los manizaleños, por reprobarlo, somos de otra época, o no sabemos de fútbol.
Por ello se acerca al abismo, juguetea en la orilla, actúa en los límites con riesgo extremo y sufre como sufren los hinchas, al borde de la taquicardia, atenazado por sus miedos.
Son continuos los reparos de la tribuna a los indicadores del juego que el técnico actual plantea. El pase, por ejemplo, es una maldición porque con él se le regala el balón al oponente. Poco existen los circuitos de juego en corto y al espacio, y el balón largo, sin apoyos ofensivos, forma parte predilecta del libreto.
Se pelea con músculo y no con destreza. No se usa la cabeza.
El juego es adinámico en zona de creación, con delanteros aislados, cuya misión más importante es frenar al rival y no someterlo con fútbol.
Electrocuta la pelota.
¿Es eso fútbol moderno?
Fútbol sin magnetismo, sin victorias rotundas, sin felicidad plena, con diseño táctico estricto que no permite romper moldes.
Le cuesta a Corredor, el entrenador, gestionar al futbolista dentro y fuera de la cancha.
Olvida que el mejor de los caminos es el sentido común y parece no tenerlo ni aplicarlo.
- El discurso de Corredor
Resultó cuentero el entrenador, con insulto disimulado a la inteligencia futbolera de los aficionados, al justificarse con teorías que no logra sustentar. Se miente a sí mismo.
Deja al descubierto la pobreza argumental de su discurso.
La inconformidad, contrario a lo que afirma, no radica en usar, o no, un diez en el campo. Está en la tendencia a defender resultados con un estilo especulativo, miedoso, con riesgos, que poco aporta al espectáculo.
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