Es agradable ver vitrinas: variedad, ofrecimientos de lo más bonito y variado, asomos de posibilidad para adquirir el regalo o lo más adaptado a nuestro gusto y necesidad.
En días pasados paré frente a una, la variedad me llamó la atención al ofrecer cantidad de estatuas y cerámicas: una imagen del Niño Dios, otra de la Virgen María, otras de Buda, de figuras orientales, elefantes y camellos, búhos y caballos, muy en el centro una del horrorífico Chukis
Pensé en la mente y el corazón de muchos que guardan cantidad de imágenes y dentro de sí en una mezcla parecida que pasa de ideales nobles a deseos bajos, destructores, llenos de odio, envidias y violencia; pasan de una emoción a otra con la facilidad de un camaleón; no tienen ideales fijos, metas fijadas a su existencia, caminos a sus días.
El cristianismo de muchos es así, albergan en sus corazones los odios de un Chukis, la dispersión de ideales, suben y bajan en sus emociones como yoyo juguetón, en nada se encuentran bien, si de vez en cuando hacen una oración no tienen idea de cómo iniciarla o terminarla, el amor al prójimo se confunde con gustos personales y utilitarismos egoístas.
En la pandemia se han comportado con el signo de la irresponsabilidad, la indiferencia o la toma de los días a su amaño y antojo poniendo en peligro la vida de quienes conviven, poco les importa el presente y nada les preocupa de su aporte al futuro.
Oír hablar a algunos que se dicen cristianos da grima: insultos, palabrotas burlonas y ofensivas, críticas mordaces, pereza crónica, vocabulario de vergüenza y a veces se les brota de los labios un “Dios mío” o “por Dios” que no entraña ninguna rectitud o dirección de vida; no saben ni de dónde vienen, ni para qué están en el mundo y menos hacia dónde dirigen sus vidas.
Muchos no tienen ideales en sus vidas sabiendo que estos son como las estrellas en relación con los navegantes, nunca las tendrán en sus manos pero siguiéndolas trazarán senderos que les llevan al puerto deseado.
No seamos como vitrina sin ideal: que tengamos meta de felicidad verdadera.