Nos dice el P. Horacio Gómez en su libro: “Por las trochas del Evangelio, la divina tarea”, que hay una relación firmada del 17 o 18 de noviembre de 1849 en la cual se da cuenta del inicio de una “capilla pajiza en Manizales” en la cual se daba comienzo a los oficios religiosos en búsqueda de tener una parroquia en estas montañas, lo que sucedió poco después.
Los colonizadores valientes y rectos abrieron camino al Evangelio en estas laderas como inicio de una historia de trabajo, canto, hogar y oración, que forjaron este grupo humano hidalgo y progresista. En otra latitud, Barcelona, el gran arquitecto Gaudí abrió senderos a la fe en medio de la pujante ciudad construyendo la inmensa, bella y significativa obra, el templo de la Sagrada Familia. Quería así dirigir el progreso humano y técnico a la cercanía de Dios.
El 17 de noviembre de 1869 se inauguró el Canal de Suez, de 161 K de longitud por el istmo de Suez bajo la dirección de Ferdinand de Lesseps abriendo comunicación y navegación a la vez que acortando distancias.
Dos guerras has suspendido por etapas este prodigio de ingeniería: la guerra entre Egipto e Israel por el dominio del Canal que asumió Gran Bretaña y la guerra árabe israelí entre 1967 y 1975. El afán de posesión y el odio siempre frenan el caminar de las obras.
El papa Francisco está también abriendo caminos con el estilo sinodal que desea ahora en la Iglesia. Sinodal quiere decir “caminar juntos” lo cual trae una manera olvidada de comunicación y comunidad; se trata de tener una participación mayor de todos para que por el encuentro de edades, estilos, ministerios, continentes, culturas se llegue a una comunión y participación de todos.
Ya nos lo dijo al inicio de la pandemia que somos viajeros en una misma barca, la humanidad, en búsqueda de mutua ayuda, afecto creciente, responsabilidad solidaria y comunicación de bienes y voluntades.
La misión es inmensa sobre todo en la presente coyuntura histórica, el anuncio del Evangelio es urgente como luz en medio de estos apagones del sentido de la vida y del ánimo universal, el llamado es a “caminar juntos” hablando claro y con amor, proponiendo rutas a seguir con la brújula del Evangelio.
Creyentes y no creyentes estamos invitados a abrir caminos, no sólo a contentarnos con insultos y agravios, sino buscando senderos posibles hacia una fraternidad en justicia y amor. Tarea para todos.
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