Eduardo García A.


Una de las novelas colombianas más refrescantes y sorprendentes de los últimos tiempos es Búsqueda incesante (Planeta, 2020) del bogotano Felipe AgudeloTenorio, quien cuenta ya con una vasta obra publicada en México y Colombia, que incluye novelas, relato y poesía. Agudelo vivió casi tres lustros en México, donde creció como autor en uno de los momentos claves de la cultura mexicana y latinoamericana, ya que se encontraban allí las fuerzas vivas del exilio continental y estaban vivos los más grandes autores mexicanos, quienes en pleno vigor creaban día a día un cuerpo literario de gran magnitud.
En silencio, Agudelo Tenorio escribía en su retiro de Tepoztlán, no lejos de la mítica Cuernavaca de Malcolm Lowry, obras que cincelaba sin afanes ni presiones editoriales o mundanas. A su regreso a Colombia continuó con su obra literaria e incursionó en la televisión, que le debeya la escritura de dos exitosas series, La hija del mariachi y la primera temporada de La ley del corazón.
Esta vez ha escrito una impactante novela negra, de la mejor estirpe, cuyo escenario es la Bogotá contemporánea, que él conoce con profundidad y de la cual hace un cuadro magistral de todos sus ámbitos, desde los barrios de la alta burguesía hasta los suburbios y ollas impenetrables donde reina el infierno de la trata de blancas y el tráficode drogas comandados por las más tenebrosas mafias que actúan impunes por encima de todas las leyes con la ayuda del poder.
Umberto Eco en su ensayo Apostillas al Nombre de la rosa ha explicado las condiciones para que una novela adquiera la verosimilitud necesaria y una de ellas es la minuciosa cosmología que debe trazar el autor para que los cimientos de sus historia sean sólidos. Se requiere crear un mundo con la misma intensidad omnipresente, omnisciente y omnipotente de los dioses y para hacerlo debe hundirse en las raíces terrenales y espirituales de su tiempo y su ciudad, sea real o imaginaria, así como en las coordenadas geológicas, genealógicas,climatológicas y geopolíticas que la sustentan y la nutren.
Agudelo Tenorio observa a fondo su ciudad natal y con pericia de cirujano desvela los vicios y las taras innombrables del país que preside como capital, carcomido por la corrupción y el egoísmo ancestral y patológico de sus élites y el avasallamiento de la plebe, reducida a ser solo carne de cañón de sus guerras o simple piel barata para saciar el placer monstruoso de poderosos y adinerados hampones de cuello blanco y de todos los pelambres.
Gotardo Reina, hijo de negro sanandresano y mujer blanca de origen alemán, pertenece a la mediana burguesía colombiana, pero al igual que su hermano Lotario ha preferido desertar su clase y vivir una vida rebelde por senderos distintos a los usuales. Eso le da un aire de frío observador absoluto del cáncer del país, como si fuera un forense que sabe realizar las más brillantes autopsias en la morgue del tiempo nacional .
Ha optado por ejercer la profesión de detetective especializado en la búsqueda de mujeres desaparecidas, o sea que se enfrenta a una de las mayores lacras vividas a lo largo de las décadas por los colombianos de todas las clases, marcados por el difuminación de alguno de los seres queridos en el dantesco infierno del horror nacional. Lo mueven profundas razones personales y por eso se convierte en un justiciero implacable.
Adora a las mujeres aunque es un solterón empedernido, es vegetariano y milita contra la ingestión de cadáveres animales, fuma como un loco y le encanta el buen ron y las buenas prendas. Es noctámbulo y frecuenta buenos restaurantes y bares exquisitos donde se cruza con chicas soñadas. Es abierto a todo y cuenta entre sus amigos y amigas personajes excéntricos, duros, amantes de la belleza, el arte y los placeres no domados. Es romántico y sufre y pierde en amor, como le ocurrió con la bella y famosa modelo Simoneta.
A través de los misterios de una bella y joven bogotana de la alta oligarquía que llega a su oficina del centro capitalino, viajamos con Gotardo Reina por la Bogotá de nuestro tiempo y entramos con él a todos los antros posibles, bares exquisitos o tabernas infames, burdeles sadomasoquistas, logrando hacer un viaje al fondo del alma capitalina, un ámbito cosmopolita donde se mezclan todos los orígenes posibles y se cuecen al rojo vivo todas las tragedias.
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