Cuando niño Leonardo Quijano recorría la ciudad vestido a lo Chaplin, con bombín y bastón. Quijano publicaba un periódico llamado El Diablo y pronunciaba discursos en las esquinas con una lengua inventada por él para componer sus interminables peroratas que fascinaban a sus escuchas.
Dibujante, y amigo de los poetas nadaístas, se decía que por los años treinta y cuarenta había sido una promesa literaria y política. Cuando lo conocí había perdido el juicio, pero para mí sigue siendo el paradigma del poeta rebelde que cuestiona una ciudad con su piadosa demencia. A través de él quise en Tierra de Leones exorcizar el mundo de Manizales, con sus edificios art deco y republicanos y su delirio andino. Su periodismo incomprensible y secreto signado por al locura es un ejemplo de libertad.
Con el Bulevar de los héroes hice el exorcismo del sueño revolucionario de los años sesentas y setentas del siglo XX, a través de un delirante personaje que vive en una ciudad andina, luego en la selva como guerrillero y pasa un exilio en un París efervescente repleto de exiliados de todas partes, de Africa, el centro de Europa, el Medio Oriente, Asia y América Latina.
Fue una novela que escribí con enorme placer en un edificio porfiriano de la colonia Roma de la Ciudad de México. Hace algún tiempo pensé que un libro como ese, de tema insurreccional, estaba condenado por la idea neoconservadora de que todo sueño revolucionario había terminado con el neoliberalismo y el culto al dinero y a los empresarios, y el desprecio a los anacrónicos miserables; los nadies, los afrodescendientes, los pobres y indios.
El viaje triunfal es un ajuste de cuentas con la tradición literaria, desde el maravilloso modernismo hasta las vanguardias. El protagonista es un artista viajero, que vive a lo largo de su vida las experiencias estéticas de varias generaciones latinoamericanas. Es una novela que trata de desdramatizar la prosa un poco histórica de los del post boom, tan atraídos por el retorcimiento y la confusión. Es una novela culta donde ocurren y se ven cosas, como debe ser.
Urbes luminosas es un libro hecho de trozos de recuerdos y experiencias en ciudades como Estocolmo, Cartagena, Panamá, Coatzacoalcos, San Francisco, Roma o París. Escribirlo fue todo un banquete, un juego, una convocatoria al viajero, al marginal, al aventurero, un homenaje a las ciudades y al desarraigo. Es una prosa muy agitada por la aventura, en la tradición de los grandes relatores de viajes. Es una vertiente muy fascinante y allí la pluma puede volar, enloquecer, estallar de placer.
Pero lo que más interesa es la poesía pues es el instrumento verdadero y el más flexible para expresarse a través de palabras. Los hallazgos literarios más importantes del mundo se han dado gracias a los poetas. La poesía en todos los tiempos ha sido un acto de rebeldía total, un acto de desprendimiento, de apuesta por el fracaso y la verdad.
El culto al éxito, el poder y el dinero de nuestros tiempos sólo puede ser combatido con poemas y creo que tanta agresión actual de imágenes, noticias, publicidad y palabras huecas de políticos está conduciendo a ciertas personas a un retorno a la poesia y la naturaleza, lejos del mundanal ruido.
Y como vemos ahora, la peor peste de nuestro tiempo es el periodismo, con escasas y meritorias excepciones. El periodismo dominante actual es la versión contemporánea de lo peor que le ha ocurrido a la humanidad en toda su historia, una verdadera catástrofe, un leviatán devorador del instante mediante diarios, radio y televisión, que impide a los seres humanos tener reposo para pensar, rumiar su verdad, su noche, su día. Lo medios poderosos y centrales solo manipulan y llevan a la guerra por intereses sucios y oscuros al servicio de la plutocracia.
He ejercido el periodismo en agencias internacionales. Pero no creo en el periodismo de los medios poderosos locales o mundiales al mando del dinero ni en los periodistas venales ni en la necesidad de la noticia manipulada. Los periodistas, los curas, los militares y los políticos son la desgracia de nuestro tiempo, decía el pintor chileno Matta.
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