Eduardo García A.


En 2018 se celebrará el cincuentenario del movimiento de mayo de 1968, que aunque no tomó el poder y fue derrotado en Europa y Estados Unidos, causó un estremecimiento mundial y cambió para siempre muchos paradigmas culturales y sociales, precipitando el advenimiento y el auge de otros aun vigentes. Parece mentira que aquella fecha esté ya tan lejana en el tiempo, pero como todas las revoluciones ocurridas en el mundo, guarda un aire de eterna juventud por la legitimidad de su causa.
Una de sus principales consignas era "queda estrictamente prohibido prohibir". Entre las conquistas más importantes de este movimiento estudiantil fue el inicio de la liberación de la mujer, cuya lucha sigue activa todavía en el mundo porque sus logros, como el derecho al aborto y la educación libre y laica, son amenazados día a día con odio e inquina y deben ser reconquistados con dificultad ante el avance en Occidente de movimientos retardatarios religiosos que los cuestionan desde su creciente protagonismo político y su poder económico. Los nuevos integrismos religiosos se han convertido ahora en máquinas de hacer dinero y orientar los votos sumisos de millones de fieles.
Algunos de los principales líderes revolucionarios de todos los tiempos conservan una eterna juventud. Espartaco, quien lideró a los esclavos en su insurgencia en tiempos del Imperio Romano es hoy tan joven como hace dos milenios y su causa sigue siendo actual, cuando en pleno siglo XXI se está viviendo en diversos lugares del mundo el renacimiento de esa práctica funesta por parte de fanáticos islamistas, bandas criminales, tiranuelos y traficantes de drogas y seres humanos.
Este año el mundo logró detener el avance de una de las fuerzas más retrógradas de la humanidad. Los estragos causados por el movimiento Estado islámico que pretendió refundar un califato integrista guiado con fanatismo por la lectura estricta del Corán, mostró al mundo lo frágiles que pueden ser las conquistas democráticas o los cambios sociales y de costumbres logrados a largo plazo por el movimiento del 68.
A medida que iban avanzando en el mundo en Oriente Medio, Asia, África y otros lugares del mundo, los locos del califato cuestionaban conquistas que ya se daban por logradas. En África, Boko Haram, que es una franquicia de ese movimiento, secuestró a centenares de jóvenes estudiantes y las esclavizó para repartirlas entre sus soldados. El argumento es que las mujeres no deben estudiar y deben solo quedarse en casa al servicio de los hombres.
Los terroristas del Estado islámico lapidaron a muchas mujeres acusándolas de adulterio o brujería y en varios lugares quisieron imponer el retorno de la ley del talión. La pena de muerte, eliminada en muchos países del mundo, ha renacido con fuerza en países como México donde los poderoso narcotraficantes y sus aliados ejecutan cada año decenas de miles de personas o en otros lugares donde grupos sociales la aplican a su guisa por fuera de la ley.
La Revolución francesa iniciada en 1789 significó un cambio brutal en la sociedad al derribar a la Monarquía de origen divino y mandar al basurero de la historia a la nobleza hereditaria. El punto máximo de aquel estremecimiento fue la decapitación en la guillotina de Luis XVI en la que hoy es la plaza la Concordia de París. Desde entonces poco a poco las monarquías desaparecieron y ahora solo quedan algunas de tipo constitucional que cumplen funciones decorativas. Este movimiento fue el fruto del Siglo de las luces y las ideas de la Ilustración que impulsaron las artes y las ciencias y plantearon la conquista de los derechos humanos.
De las ideas de la Ilustración surgieron movimientos anticoloniales como el hispanoamericano, que logró la independencia y la instalación lenta y accidentada de los sistemas democráticos basados en los tres poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial, que los aprendices de tiranos actuales quisieran eliminar para su beneficio. Las ideas anticolonialistas se difundieron por mundo y se impusieron en algunos países de África, Oriente Medio y Asia, de donde fueron expulsadas las potencias. Pero el intervencionismo creciente de las potencias actuales en diversos conflictos vuelve a cuestionar su vigencia.
El ideario de libertad encarnado en mayo del 68 ya se había iniciado en la década de los 60 en Estados Unidos a través del movimiento juvenil contra la guerra de Vietnam y la lucha contra el racismo encabezada por el líder negro Martin Luther King y Ángela Davis. Y aunque en Sudáfrica Nelson Mandela terminó con el Apartheid y los movimientos feminista y LGTB avanzaron en este medio siglo, la llegada de Donald Trump al poder este 2017 en Estados Unidos y el auge del Estado Islámico, entre otros fenómenos liberticidas inquietantes, volvieron a poner sobre el tapete la fragilidad de todas las conquistas mencionadas.
Por eso mujeres, homosexuales, pueblos afrodescendientes e indígenas, ecologistas y defensores de los derechos humanos saben que su lucha debe continuar frente a las fuerzas retardatarias porque están amenazados desde todos los frentes. El cincuentenario de mayo del 68 debe ser entonces una nueva oportunidad para debatir y alzar la voz contra todos los cavernarios contemporáneos que salen desde sus tumbas con sus banderas intactas para tratar de llevarnos en un viaje sin retorno al pasado.
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