Desde la perspectiva teórica de la administración de riesgos e incertidumbre, la adopción de estrategias inicia con algún tipo de análisis de la situación, es decir determinar cuales son las circunstancias actuales que afectan los resultados. La identificación de los niveles de incertidumbre ayuda a definir lo que cabe esperar a la hora de describir cada uno de los posibles futuros. El riesgo y la incertidumbre siempre han estado presentes en los procesos que involucran a los seres humanos y esto ha llevado a desarrollar diferentes herramientas para reducirlos. En este sentido se han planteado cuatro niveles de análisis dependiendo del grado de complejidad de las diversas situaciones.
El primer nivel muestra un futuro suficientemente claro, en el cual por medio del análisis de la información disponible se puede determinar una previsión delimitada para apuntar hacia un grupo de objetivos estratégicos determinados. El segundo nivel habla de futuros alternativos: el proceso de toma de decisiones permite prever escenarios específicos y si bien no se puede identificar a que resultado se va a llegar, sí se pueden establecer resultados predecibles con altos porcentajes de probabilidades de ocurrencia, con menor nivel de riesgo e incertidumbre. El nivel tres permite identificar un abanico de posibles futuros definidos por un número limitado de variables esenciales: el resultado real puede situarse en cualquiera de los puntos comprendidos dentro de los límites de ese abanico, pero no se pueden identificar escenarios específicos naturales. El nivel cuatro se conoce como auténtica ambigüedad: múltiples dimensiones de incertidumbre en interacción crean un entorno altamente complejo y volátil, prácticamente imposible de prever, siendo muy difícil identificar resultados posibles. En este cuarto nivel ni siquiera es factible determinar y mucho menos prever todas las variables pertinentes que van a incidir en la definición del futuro.
El mundo actual se caracteriza por altos niveles de volatilidad, ambigüedad, incertidumbre y complejidad, incrementados por la pandemia, que desde la perspectiva social, económica y política se han sentido con mucha mayor fuerza en los países de América Latina y el Caribe. El contexto latinoamericano se puede caracterizar como un escenario de nivel cuatro o de autentica ambigüedad, en el que se presentan múltiples dimensiones de incertidumbre. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se observan cinco canales externos a través de los cuales el covid-19 afecta a la región: el primero la disminución de la actividad económica de sus principales socios comerciales y sus efectos; segundo, la caída de los precios de los productos primarios; tercero, la interrupción de las cadenas globales de valor; cuarto la menor demanda de servicios de turismo, y quinto la intensificación de la aversión al riesgo y el empeoramiento de las condiciones financieras mundiales.
Estos elementos señalados por la Cepal incrementan el nivel de riesgo e incertidumbre en los procesos económicos, sociales y políticos de los diversos territorios latinoamericanos. La alta dependencia de la exportación de materias primas básicas, fundamentalmente resultado de la actividad extractiva, sin incorporación de valor agregado afecta los niveles de ingreso, especialmente como consecuencia de la disminución de la actividad económica de los principales compradores de estas materias primas en el ámbito mundial, generando un desequilibrio entre la oferta y la demanda con el efecto en la caída de los precios en los mercados internacionales, lo cual lleva a un deterioro de las condiciones de intercambio y una disminución de los ingresos de los países, agravada por restricciones en el mercado mundial de dinero. Toda vez que, como consecuencia de las condiciones de ambigüedad e incertidumbre generadas por la situación mundial, se ha incrementado la aversión al riesgo de los mercados financieros mundiales, hay una disminución de la oferta de crédito en los mercados internacionales, con el consecuente incremento en las tasas de interés, en momentos en que los países de menores ingresos y menor capacidad de ahorro interno requieren de financiamiento externo para atender las demandas originadas por la pandemia. En este orden de ideas, los futuros probables de América Latina presentan un alto nivel de riesgo e incertidumbre, lo que dificulta cualquier proceso de planificación en el mediano y largo plazo.
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