Cristóbal Trujillo Ramírez


En la columna anterior sugerí que la actual situación pandémica que acosa hoy al mundo, y como consecuencia a las escuelas de Colombia, bien puede ser capitalizada para reconstruir nuevos escenarios de aprendizaje en el mundo virtual. Adoptar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y ahondar en espacios de teleaprendizaje son un imperativo ante la realidad que nos apremia.
Tomás es un niño de siete años que cursa segundo grado en uno de los colegios de la ciudad. Luego de dos semanas de trabajo en casa en la modalidad virtual, expresó: “Mamá, ¿cuándo será que puedo regresar al colegio, para que me quede tiempo para ver películas, para mis juegos electrónicos y para dormir, que tanto me gusta?”. Es la expresión de angustia y estrés que siente un niño de tan solo siete años, quien con solo dos semanas de teletrabajo escolar ya se siente agobiado y al límite de su tolerancia. Y en este punto, específicamente, quiero centrar la reflexión hoy.
El nuevo escenario no puede volverse aburrido y tedioso sin ni siquiera empezar. La escuela virtual no puede replicar los vicios, las imperfecciones y los yerros de la escuela presencial tradicional. No se trata de hacer lo mismo en otro espacio, no es un nuevo tablero de repeticiones, contenidos, tareas sin sentido, lecciones kilométricas, y todas aquellas recurrentes prácticas de la escuela tradicional que parecieran apuntan solo a mantener copado el tiempo de los niños. Y aunque digo niños, en la mayoría de los casos y ante la incapacidad de ellos, son los padres quienes tienen que recurrir a todo tipo de recursos y ayudas para atender los requerimientos desproporcionados de las teletareas, situación que es común y fácilmente corroborable en la modalidad presencial. Definitivamente esta no es la ruta.
Quiero invitar a todos mis colegas para que aprovechemos esta oportunidad y nos demos licencia de ponernos en modo “una escuela en el aire”, o una escuela en la nube, como tecnológicamente se denomina hoy. Exploremos en nuestros estudiantes dimensiones que la escuela tradicional no nos permite: la creatividad, la innovación, el conocimiento científico, la ocurrencia, el sueño, la fantasía. Permitamos que esta escuela virtual le genere a los estudiantes nuevas oportunidades y espacios autónomos de aprendizaje. Ojalá podamos guiarlos en el descubrimiento de la ciencia y la verdad, y cambar definitivamente los extensos y estériles contenidos por las sensatas y efectivas comprensiones.
La teleescuela debe también permitirles a sus estudiantes ahondar en sus gustos, preferencias y vocaciones. Allí podrá sembrar y cultivar una semilla en una huerta casera, analizar científicamente el microorganismo más complejo, asistir al gran concierto de su música predilecta, visitar la galería del pintor de sus sueños, leer literatura de su interés y hasta hacer la práctica de gimnasio más entretenida.
Finalmente, mi llamado a los profesores para que no convirtamos el aula virtual en una tragedia más para los hogares colombianos. Suficientes son ya las consecuencias del confinamiento como para adicionar estrés, preocupación y desesperanza por las tareas que diseñamos. Busquemos lo contrario y permitamos que ella se posibilite como un momento de amable encuentro.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015