Carolina Martínez


A quienes amamos los animales nos parece un chiste que hace apenas un año la ley colombiana los considere seres sintientes ¡Si es que a los perros les falta hablar! Claro que si lo hicieran ya no serían nuestros mejores amigos, porque una lengua larga acaba con cualquier amistad. Y creo que tampoco seriamos tan íntimos si su carne fuera sabrosa.
Qué pesar de los marranitos, las vacas, los pollos, los pescaditos que son tan ricos. Yo, la verdad, me los como; aunque quisiera no hacerlo. Pero lo cierto es que por muy bueno que sepan no podemos maltratarlos. Algunos humanos, todavía, creen que pueden hacer con los animales lo mismo que hacen con un bulto de papas; pero se equivocan. Ya no.
A más de un año de aprobada la ley Ley 1774 de 2016 que penaliza el maltrato animal, a pesar de que sólo se ha condenado a dos personas, por lo menos ha creado alguna consciencia en nuestro país que ahora ve en los noticieros que los maltratadores son capturados y que les pueden dar entre 12 y 36 meses de cárcel. Como es un delito excarcelable salen a los pocos días, pero les toca pagar multas que van desde los 3 hasta los 41 millones de pesos.
¡Bravooo! Con esta ley Colombia se convierte en el primer país latinoamericano que de manera expresa en su código civil reconoce a los animales como seres sintientes. Nos unimos a Francia y Nueva Zelanda y ojalá muy pronto se unan los demás. La meta es que todos reconozcamos el valor de cada ser vivo y respetemos sus derechos bajo el principio de que, al igual que nosotros, sienten miedo, dolor y estrés, sobre todo ante la amenaza que representamos los humanos para ellos. El sueño es que nos volvamos mejores personas y recordemos a Gandhi cuando dijo que un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales.
Y ya que estamos por aprender, transcribo el planteamiento de los principios básicos del bienestar y la protección animal de la ley 1774: 1- Que no sufran hambre ni sed 2- Que no sufran injustificadamente malestar físico ni dolor 3- Que no les sean provocadas enfermedades por negligencia o descuido 4- Que no sean sometidos a condiciones de miedo ni estrés 5- Que puedan manifestar su comportamiento natural.
Es lo mínimo. Que tengan alma y se vayan al cielo, no sé. Los míos sí. Pero debería bastarnos su sensibilidad. Los orígenes filosóficos de esta política de bienestar animal nos remontan al utilitarismo, corriente creada por el inglés Jeremy Bentham en el siglo XVIII basada en la premisa de que el dolor es algo que se debe evitar y en donde el bienestar es lo deseado. Abogó por la consideración moral de los animales, centrando su atención sobre lo realmente importante: La pregunta no es ¿Pueden razonar? ni tampoco ¿Pueden hablar? La pregunta es ¿Pueden sufrir?
La prueba de que no se sabe quién sufre más en este mundo es lo que le pasó a Luna, una de mis tres perritas. La maltrataron tanto cuando chiquita que la traumatizaron de por vida. No le gustan los hombres jóvenes que le dan órdenes y cuando les contraté un entrenador que las llevaba al parque a darles clase, ella siempre lloraba de tenerse que ir con él. Un día que se fueron las tres con este costeño charlatán, a la media hora siento que tocan a la puerta de la casa. Era ella. Feliz de estar sin él. Llamo al tipo y no me decía nada, no, que todo bien, chévere. Cuando le dije que Luna había llegado a la casa que si no se dio cuenta de que se le escapó, me contesta: ¿Ya llegó? Se la mandé hace cinco minutos para que no se aburra mientras entreno a las otras...
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