Carolina Martínez


No sé si podría considerarse un robo lo que hice ayer. Aunque yo aún siento que me robaron a mí. Me hubiera encantado que me llamaran la Policía y haber hecho un escándalo mundial y que todos supieran el peligro a mano armada que es repetir la clave de la tarjeta en cualquier establecimiento de comercio. Jamás se puede hacer, así le digan que no pasó o que esa no es la clave o que no había sistema, nunca, después de haber digitado su clave se puede repetir. Es una modalidad de atraco que tienen para robar a los incautos idiotas como yo.
Llego feliz de compras hace más de un mes a la tienda Jumbo de la calle 80 en Bogotá y al pagar entrego mi tarjeta débito, marco la clave y me dice la cajera que “no pasó” y me lleva a otra caja, vuelvo y pongo mi clave y salgo matada con mis corotos: una belleza de espejito vintage, tres cuadros retro de París, Londres y Nueva York, un candelero de velas led bastante kitsch y unas bolas de plástico que parecen matas de verdad y que están de última moda. Todo este momento tan sublime y se daña en el instante en que me entran dos mensajes de mi banco por dos compras ¡Me cobraron doble! Me devuelvo y la jefe de servicio al cliente me manda por una prueba expedida por el banco y me dice que si la traigo arreglamos el problema, voy al banco en medio de los insufribles trancones de Bogotá, vuelvo, le entrego el extracto impreso con dos números diferentes de cada transacción, lo mira y me dice: hoy no le puedo devolver la plata porque nosotros hacemos arqueo a la media noche, vuelva mañana a las doce del día. Le explico que no vivo en Bogotá y que pasé por el maldito almacén de salida para Villeta que es donde vivo, pero a la señora le importa más un pepino que un cliente. Doña Adriana Cruz. Qué vieja tan inepta.
Se daña el viaje, no me voy para Villeta, me devuelvo. Llego al otro día y me dice que vaya al banco que seguro ya no me sale el segundo cobro. Como quería recuperar mis 271.600 pesitos vuelvo al banco, completamente segura de que ahí seguía el descuento doble que me hicieron, porque yo no soy tan bruta como para no saber que lo descontado, descontado queda. Pero como fui tan bruta de poner la clave dos veces Doña Adriana me consideraba capaz de todo. Cuando llegué con mis pruebas me dice muy campante que en veinte días hábiles me devuelven la plata a mi cuenta. Que ella me llama.
Como ya sabía que eso no iba a suceder, cuento en el calendario los veinte días hábiles y planeo viaje de vuelta a Bogotá para esa fecha, que era ayer. Doña Adriana me dice que ya me devolvieron la plata y que le lleve el extracto de abril y mayo para comprobarlo y al verlo me sale con que ya llamó a Credibanco y no hay novedades el día que me robaron, y que por favor le muestre el voucher. De ahí en adelante no puedo narrar con exactitud los hechos porque perdí el sentido ¿Cuál voucher si yo pagué con debito a mi cuenta y no con tarjeta de crédito? ¡Pues claro que no hay novedades porque dos compras por el mismo valor no son ninguna novedad! Gritaba enfurecida, no sabía ni lo que hacía y se me ocurrió lo del robo al comprobar que esa platica ya estaba perdida. La reté a que llamara la Policía y me fui a escoger por segunda vez mi compra por la que había pagado por segunda vez hace un mes. Cómo será de inepta doña Adriana que no supo qué hacer cuando me vio salir con una belleza de espejito vintage, tres cuadros retro de París, Londres y Nueva York, un candelero de velas led bastante kitsch y unas bolas de plástico que parecen matas de verdad y que están de última moda.
Ni siquiera yo sé qué hacer con eso.
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