Carolina Martínez


Ustedes se preguntarán por qué es tan difícil dejar de fumar. Yo me pregunto lo mismo. Todos sabemos que mata. Y lo hace lentamente, y feo. Uno se va quedando sin aire, y además, se ve mustio, acabado. Si uno se enfermara así como estoy con el primer cigarrillo jamás se fumaría el segundo. Y desde el primero en adelante cada pucho le roba vida y lo envicia más. Hay que ser muy bruto para seguir fumando.
Apenas el neumólogo me dijo que tenía dos opciones, seguir así y en cinco años estar conectada al oxígeno 24 horas o dejar de fumar y tener una vida sana y normal, lo primero que pensé fue en llamar al director de este diario y decirle que no puedo escribir más. Luego me di cuenta de que tampoco puedo volver a hablar por teléfono, ni a oír música, ni pintar, ni celebrar ni comer ni hablar o pensar. Por eso no lo llamé ni le escribí, porque sin un cigarrillo no soy capaz. Me dio como un ataque de nervios, lloré y grité, por qué yo, otras personas viven sin vicios, por qué carajos yo no puedo, ya nadie fuma, todos son inteligentes, por qué yo tan bruta, qué es lo que me hace a mí ser tan dependiente, por qué otros sí y yo no. Y decidí vivir. Pero no es tan fácil. Con bronquitis y asma no es tan difícil pensar en no volver a fumar, lo grave es cuando me alivie, o cuando me sienta mejor porque de estos 40 años fumando no me voy a aliviar nunca, ya el daño está hecho, y claro, empeora si sigo.
Le pedí al médico un ansiolítico, alguna pepa, algo que me duerma, otro vicio para dejar este vicio, pero no quiso darme nada, me dejó la tarea de hacer una lista con los motivos por los que quiero dejar de fumar y otra con las razones por las que quiero fumar hasta morirme. Y eso hago ahora para ahorrarme un poco de vida, tarea, columna y lista en una, porque si las hago por separado termino fumando, y aunque ni soy lista ni estoy lista, esta es mi lista: No hay nada que me motive a seguir esclavizada a echar humo. En cambio hay mil razones para no hacerlo. La primera es que mis pulmones no aguantan más. Por las noches oigo cómo lloran, con un silbido doloroso y triste me imploran compasión. Ya han aguantado demasiado. Y eso que hasta buenos me salieron, resistentes, valientes luchadores, con todo el humo que les he echado hasta ahora se quejan. Quiero con ellos vivir, que me perdonen y me dejen salir de compras, caminar por la calle, meterme al mar, bailar, cantar, y reírme, que es tan difícil ahora que toda risa termina en tos. Y quiero dejar esta palidez atrás, dejar de enfermarme y verme rosadita, sin ojeras, despejada, sin manchas, con los dientes amarillos por lo menos, no cafés. Y quiero ser libre. No buscar a donde llegue el sitio para fumar. No andar cargada de paquetes y aparatos electrónicos, cargadores, repuestos. No hablo de encendedores porque hace casi un año que fumo Heets, los cigarrillos del Iqos, que dicen que son menos dañinos que los otros. Pero mi doctor piensa que es lo mismo, en este grado de enfermedad, para mí, ya no hay términos medios, ni bajar la dosis ni vapear, lo único es no echarle nada a los pulmones y dedicarme a cuidarlos.
Y no quiero morirme ahogada. Sola, postrada y ahogada con un cigarrillo de cualquier clase en la mano, despacio, sin posibilidades y por culpa mía, no, eso no quiero. Porque si uno se muere de tomar trago pues se muere borracho, y qué dicha. Si es por sobredosis se muere en un viaje sideral. Si es por comer fritos con un infarto queda frito. Pero ahogado, no Dios mío. Por ahora, solo permíteme terminar esta lista sin fumar, aunque ya sé que es mucho pedir…
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015