Carolina Martínez


Buenos días señora Carolina ¿cómo se encuentra usted el día de hoy?
Le tengo terror a esa frase. Contestar el teléfono y oírla es un muy mal augurio para mí. Yo antes les contestaba, bien gracias, y acto seguido me ofrecían un seguro de vida o uno exequial. Pensé que tal vez sabían que la respuesta era mentira -nadie se encuentra bien si lo despiertan con semejante pregunta- y lo hacen es porque quieren agarrarlo deprimido con ganas de morirse y comprar tumba. Luego se me ocurrió hacerles la misma, cuando me contestaban “Que bien señora Carolina, me alegra muchísimo que se encuentre bien el día de hoy” yo les decía, y cuéntame ¿cómo te encuentras tú? ¿Qué desayunaste el día de hoy? ¿Los niños bien? ¿y el papá si te responde? Pobre gente. Los jóvenes que trabajan en los call centers que contratan las empresas para venderle a uno todo lo que nadie quiere comprar, son tan jóvenes, que contestaban mis preguntas, y entonces no pude lograr que cuando me dijeran que a mi qué me importa yo les diría lo mismo, y ellos entenderían que la preguntadera no es una buena estrategia de mercadeo. Me tocó cambiar de técnica, y comprobé que la respuesta les importa un pepino: me encuentro muy mal el día de hoy, amanecí con hemorroides y no pude dormir en toda la noche porque estoy suelta del estómago. Cómo lo lamento señora Carolina, el día de hoy tengo para ofrecerle un descuento del 50% para el plan exequial de su familia… ¡¿Y usted cómo sabe que todos nos vamos a morir de esto?!
¡Qué saludadera tan mamona! A otros, en los almacenes y supermercados, les da porque uno tiene que presentarse y saber cómo están para que le digan cuánto cuesta o dónde está un producto. Esta mañana voy a Falabella y le digo a un vendedor: perdón, cuánto vale este plumón, y me dice todo zalamero y con la sonrisa más falsa del mundo: Muy buenos días señora, cómo está, permítame saludarla… Me tocó decirle antes de que me cuestionara más: la verdad es que no pasé por aquí a saludarlo, vine a comprar y ya no quiero saber cuánto vale porque si me toca contarle mi vida y que usted me cuente la suya para saber el valor de esta vaina, no me interesa. Y no me haga show para demostrarme que soy una clienta muy maleducada, así tenga con qué comprar en almacenes de ricos, porque no crea que yo no sé por qué lo hace, y no es propiamente porque le importe cómo estoy. Se puso rojo de la ira. Pero espero que haya aprendido algo de marketing. Lo mismo que los de los call centers, si no aprendieron con mis otras técnicas, ya no aprendieron, porque me mamé, apenas empiezan con la preguntica, les grito ¡Coma mierda!
En cambio, hay otra clase de saludos con desconocidos. Ayer, esperando el ascensor de un edificio, me encontré un muchacho que antes de subirse aspiró un vaporizador transparente y un poco más grande que un cigarrillo, y soltó una bocanada de humo con olor a hierbas. Le pregunté qué era y traté de sacar de mi cartera mi Iqos, que es lo que fumo ahora como les conté en mi última columna, mientras le decía que yo fumaba otra cosa. Nos montamos al ascensor y yo seguía buscando el Iqos para mostrárselo y solidarizarnos en las diferentes maneras de dejar de fumar, y él se echó otra fumada y me ofreció, yo aspiré fuerte y largo aunque me pareció fuertecito, y al encontrar por fin mi aparato de fumar, me dice: ¡ah! pero eso es cigarrillo… si, le dije ¿y tu esencia no tiene nicotina? Y me contestó súper tranquilo: esto es aceite de marihuana…
Le quería decir que cómo se le ocurre darle marihuana concentrada a una cucha a las diez de la mañana, pero me dio ataque de risa instantáneo. Y para no mentirles, ese saludo sí me alegró el día.
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