Carolina Martínez


A las mamás les aconsejo que primero que todo les enseñen a sus hijas los oficios de la casa, niñas y niños a lavar baños, cocinar, planchar, barrer y trapear. Si no lo hacen corren el riesgo de crecer y tener que pagar los servicios de una empleada doméstica. Aunque dirán muchos que es mejor estudiar, y tienen razón, que estudien mucho y trabajen duro, para que no les toque lavar su ropa.
El trabajo de la muchacha del servicio no tiene precio. Lo que hacen por nosotros no hay con qué pagarlo, porque nadie, nadie en el mundo debería tener que limpiar el mugre de otro. Ese trabajo no debería existir y afortunadamente hoy en día el costo que significa para la canasta familiar colombiana tener a una persona como empleada de la casa hace que este oficio se tenga que acabar.
Existirán especialistas que presten sus servicios en centros comerciales, restaurantes, hoteles, chefs bien pagados que pelen papas y profesionales del aseo contratados por empresas, pero como ayuda para el ama de casa están condenadas a la extinción. Ya son un lujo insostenible, y eso nos acerca a la civilización, y a la desgracia también. Esa misma desgracia que acontece cuando el lunes por la mañana lo llama la empleada a decirle que no puede ir porque la llamaron del colegio del niño.
Qué desgracia vivir sin servicio. Quién más en esta vida le va a preguntar qué quiere de almuerzo. A quién más le va a importar si se destiñó la blusa. Quién le va a contar historias que parecen de otro mundo, quién díganme quién se va a encargar de que la recuerde de día y de noche al ponerse la ropa oliendo a flores y acostarse en las sábanas que huelen a planchado.
Todo eso se va a acabar, pronto llegarán ellas en su carro lleno de cajas de productos mágicos, guantes, máscaras y reloj en mano para contabilizar las dos horas en que le harán aseo sin dirigirle la palabra, como en Estados Unidos. Y por esos 120 minutos le cobran más o menos $80 dólares, unos 240.000 pesos. Ahí es cuando uno agradece que no le hablen porque con un saludo se puede perder tiempo.
Cada vez son menos las amas de casa que pueden tener una empleada y cumplir con las exigencias de ley. Antes de que se termine este mes deben pagarle la prima semestral, al final de año liquidarlas con cesantías, intereses, vacaciones y prima de fin de año. Cada mes, además del salario mínimo, hay que pagarles auxilio de transporte y prestaciones sociales: salud, pensión y caja de compensación familiar. Además hay que tenerlas afiliadas a una ARL - Aseguradora de riesgos laborales- y también hay que darles dotación cada seis meses. Si no lo hace se van para el Ministerio de Trabajo, y con justa razón: son sus derechos. Derechos que las ricachonas que no saben hacer nada no les pueden negar.
Fuera de que hay que pagar contador para pagarles, el salario mínimo de $738.000 más auxilio de transporte de $83.000 es un sueldo de $821.000, multiplicado por 12 meses son $9'852.000. La liquidación al año, con las cesantías que son un salario más el 12% de intereses son $920.000, la prima que es otro sueldo y las vacaciones que son medio, son $2.200.000- Súmele a esto el pago de aportes a seguridad social $245.000 por 12 meses, otros $2.940.000. En total, sumándole $60.000 mínimo de dotación, son más de $15.000.000 al año, más el regalito de Navidad para ella y sus hijos.
Quienes como yo vamos por el camino de la legalidad y los derechos humanos, ya no podemos contratarlas, porque si no hay mercado no hay comida y si no hay comida no se ensucia la cocina ni se va al baño. A menos de que trabajemos solo para pagarles y del mercado se encarguen ellas, así como de los productos de aseo, porque las finanzas de una señora no dan para más. Y ni modo de quejarse con el marido que nos mira pensando que deberíamos hacer lo que hace ella. Y nosotros que, en el fondo, pensamos lo mismo.
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