Antanas Mockus ha sido personalidad intelectual presente en el país desde finales de los años ochenta. Formado en Matemática y en Filosofía, con raigambre en la Universidad Nacional de Colombia, de la cual fue profesor, vicerrector académico y rector. El más destacado alumno del sabio pedagogo Carlo Federici-Casa, inolvidable y eminente profesor UN. Doctor honoris-causa de la UN y de La Sorbona. Alcalde en dos oportunidades de Bogotá y candidato a la presidencia de Colombia. Su preocupación central, la educación, con ejercicio exitoso en los terrenos de la “cultura ciudadana”, que por infortunio no ha calado como política pública. Escritor y conferencista de sabiduría y creatividad inagotable. En buen momento creó “Corpovisionarios”, una corporación que ha cumplido desempeños de fomento de la “cultura ciudadana” en Colombia y en otros países. Y me parece que, sin darse cuenta, se ha consagrado como especie de conciencia moral y cívica, ajeno a capillas mediatizadoras y a conventillos perversos de la ideología y la política. Espíritu independiente, con capacidad ejercida para el libre examen, que no cabe en ortodoxias ni en partidos de intereses mezquinos.
A principios de los años noventa acuñó la metáfora “anfibios culturales”, como participante en la formulación de política pública sobre el sistema educativo. Parte de la noción en la biología de aquellos seres, animales y plantas, habitantes del agua y de la tierra (foca, cocodrilo, castor, tortuga, nutria, rana,… llantén acuático, berro,…), con capacidad de subsistir en ambos ambientes. Con esa referencia incursiona en la extensión de anfibio en la educación y la cultura, para identificar aquellas personas con capacidad de moverse intelectualmente, y en sus acciones, en diferentes ámbitos del conocimiento, en especial en los eslabones de la educación y en diversas tradiciones, con capacidad de interpretarlas y establecer nexos entre ellas, en sintonía con el contexto, observado con actitud crítica, y asimismo disponer de condiciones adecuadas para fomentar la circulación del conocimiento, con criterios de selección, jerarquización y adaptación.
En especial propicia esa condición de “anfibio cultural” para el educador, con las mismas consideraciones, informado sobre la diversidad cultural y las dinámicas mundiales en la generación de conocimiento. Poseedor de integridad moral e intelectual, en todos sus desempeños. Y deseable que contribuya en la elaboración y en el acatamiento de normas, en las instituciones de su competencia y en ámbitos mayores. Estima que el “anfibio cultural” aporta en tres procesos cruciales: la reducción en la separación entre ley, moral y cultura; la formación de democracia, y la superación de la violencia.
En sociedades con un mayor desarrollo humano, existe más coherencia o armonía entre cultura y moral, que en lugares con desarrollo más limitado. En la construcción de democracia, los anfibios pueden propiciar la comprensión de lo diverso y contribuir al acatamiento de normas mínimas para la coexistencia, por el pleno ejercicio de los derechos humanos, con lo cual se conseguirá mayor afinidad en los tres sistemas: ley, moral, cultura.
A su vez Antanas considera que los cambios legales pueden constatarse en documentos, los cambios culturales responden a identificaciones de lugar, pero la moral expresada como actitud de meditación y como desempeño de criterio, es portada por cada persona, con independencia de sitio. Las dinámicas culturales no suelen responder a marcos jurídicos, salvo que presenten actuaciones de ruptura o choque con la organización del Estado, en cuyo caso serán objeto de procesos en la justicia. Las normas suelen ser valederas para establecer campos de actuación en convivencia y fijar fronteras que no deben sobrepasarse con impunidad.
La cultura y la moral cumplen funciones de regulación en las conductas de las personas y las colectividades, bien por una tradición valedera y por modalidades comúnmente aceptadas, que no riñan con patrones de coexistencia en la pluralidad. La ley, o conjunto de normativas en la organización social, no puede suplir aquella regulación, pero sí podrá ser expresión de ellas e incentivarlas.
La buena figura de “anfibio cultural” sigue un camino ajeno a la publicidad, pero de contenido en la educación, con docentes interesados en asimilar lecciones provechosas y hacer el deber de construir institución y sociedad, en la línea de la anhelada democracia, con imperfecciones notorias, pero perfectible. Tendrá que alcanzarse educación de calidad, para todos, y de esa manera llegar a una participación racional, de libre discernimiento, en los distintos procesos para integrar entidades públicas y gobiernos. Tema que remite al asunto de la libertad, tan difícil de definir, pero que podremos entender como aquel fuero que en lo individual nos permite tomar decisiones y emprender caminos, incluso con desacuerdos y disidencias, pero sin reñir con la ambición de una sociedad integrada, o integrable, conforme al respeto en las diferencias y con acatamiento de los derechos humanos.
Antanas sigue palpitando en la vida pública de Colombia y del mundo, con lecciones de acatar.
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