Carlos E. Ruiz


Un día me encontré con la más bella y juvenil abuelita de la comarca, Beatriz-Helena de Bizcochos, quien me recomendó libro de Mauricio García-Villegas (n. Manizales, 1959), recién salido. Ambos en parentesco de Silvio Villegas. Corrí donde Leo y compré la obra. Se trata de “Virtudes cercanas” (Angosta Editores, Medellín 2019). Señala ocho virtudes que identifica con sendos personajes: perseverancia, con Ciro Angarita; autonomía, con Marie Delhaye; elocuencia, con Carlos Gaviria-Díaz; modestia, con Eric Rambo; sapiencia, con Jorge-Orlando Melo; benevolencia, con Jacques Commaille; entusiasmo, con Cecilia Faciolince, y justicia, con Juan Jaramillo.
El autor es profesor/investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia, con doctorado en la Universidad de Lovaina, y honoris-causa en la Escuela Normal Superior de París. Investigador del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (“Dejusticia”), y columnista de prensa. Profesor invitado en París, Grenoble, Wisconsin-Madison.
En el común de las apreciaciones suele hablarse de “valores”, pero García-Villegas prefiere “virtudes”, con apego a la tradición del humanismo, con enfoque laico. Delimita campos con el “moralismo” de los “moralistas”, de estirpe religiosa, más propicio a la indignación o al rechazo. Y desconfía de las concepciones absolutistas del bien y del mal. En Latinoamérica, predomina el decir más que el hacer lo que se dice, como el caso de las repúblicas imaginarias de Bolívar dispersas en los aires del subcontinente. Propicia la manera más segura de contraponerse a los vicios dominantes, privados y públicos, por medio de la conversación acerca de las virtudes, con la característica de apuntar con ellas a los sentimientos y no a las recitaciones, mediante la promoción pública de elementos constructivos que generen confianza en la sociedad. Es razonable pensar y creer que los comportamientos buenos se reproducen por los ejemplos. Los estoicos se preguntaron hace más de veinte siglos en cómo vivir bien. Y no queda otro camino que el ejemplo de los padres, los maestros/profesores, los dirigentes públicos de pulcritud, los voceros calificados en los medios de comunicación.
El autor refiere los dos tipos de virtudes en Aristóteles: las morales (bondad, templanza, generosidad), relacionadas con la sensibilidad, y las intelectuales (sabiduría, prudencia), con soporte en la racionalidad. Pero señala cómo se desvanece la diferencia entre ambas en casos como la prudencia y la justicia, que tienen que ver en simultaneidad con lo sensible y lo racional. Con el Renacimiento se recuperó el sentido de una moral autónoma, no dependiente de la fe religiosa.
Así, el autor trabajó con el jurista eminente y profesor Ciro Angarita, quien desde pequeño tuvo restricciones de movimientos por una “parálisis cerebral” que no lo limitó en su consecutiva formación ni en su ejercicio profesional. Fue siempre el mejor estudiante. Se movía en silla de ruedas, y era magistral en sus conferencias y exposiciones en organismos de la justicia y en la cátedra. Hizo parte de la primera Corte Constitucional, y allí el autor fue su asistente. Laborioso e incansable, Angarita viajó por todas partes, en todos los medios. Lo caracteriza por la virtud de la “perseverancia” y lo recuerda también con la aseveración de Carlos Gaviria al estimar a Ciro en unidad de pensamiento, voluntad y conducta.
La “Elocuencia” la adjudica a Carlos Gaviria, personalidad académica, de hondura intelectual con presencia pública por la entereza en la racionalidad de sus argumentos. Resalta de él el carácter de sus conferencias, eruditas, en bello lenguaje y de claridad en los conceptos. Dominaba a Platón, también a Russell y a Borges, entre otros. Lector de una memoria abismal, de compartir en tertulias, en la cátedra y en exposiciones públicas. De filosofía liberal, con misión de avanzada en lo social.
A Jorge-Orlando Melo lo identifica con la “Sapiencia”, por ser apasionado del conocimiento, “afanoso de la sabiduría”. Poseedor de un saber que no vislumbra límites, de memoria prodigiosa, como la de Gaviria. Su trajín han sido las ideas y la lectura, con obra mayor. Fervoroso de la historia y la literatura, con mentalidad de agnóstico. De la escuela de la “Nueva Historia” inaugurada por Jaime Jaramillo-Uribe, otro de los grandes en la Cultura de Colombia, de quien fue Melo el discípulo más aventajado. Meticulosidad en la indagación, rigor en el manejo de la información y en los análisis, sin grandilocuencia, con el propósito de esclarecer lo acontecido en la sociedad. Su libro más reciente: “Historia mínima de Colombia” ha sido un hito de síntesis, de seriedad en las fuentes y de precisión en los análisis.
De esta manera, el buen libro de García-Villegas hace las semblanzas de los personajes referidos al comienzo, al caracterizarlos por virtudes que les son propias.
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