Camilo Vallejo


Algo va de Latinoamérica al domingo de elecciones en Colombia. Algo va de Latinoamérica al próximo alcalde de Manizales. Los desencantos viajan por los Andes y se van conviertiendo en remezones. Venimos en movimiento, de cambio en cambio, con el suspenso constructivo que reavivan las democracias, pero también con el suspenso amenazante que acecha entre los vacíos que deja la movilización.
Lo que pasó en Colombia el pasado 27 de octubre tendrá que leerse también con las claves que van dejando los desencantos de Chile, de Ecuador y de Bolivia. Así, lo que pasó en Manizales tiende a verse con el suspenso constructivo o el suspenso amenazante de lo que viene en movimiento.
En Chile, las protestas han llevado a las disculpas públicas del presidente Piñera, a nuevas promesas sociales y a la renuncia de 8 ministros de gobierno. En Ecuador, Lenin Moreno debió retirar algunas de sus apuestas económicas, después de las movilizaciones de indígenas y campesinos. En Bolivia, algunos sectores sociales, que incluso eran cercanos a Evo Morales, han rechazado con protestas los resultados electorales, acusan de fraude y vienen cansados con la reelección constante del presidente.
En Colombia, lo sucedido en las elecciones tiende a ser una movida muy colombiana que castigó en la urnas, más que en las calles, la desigualdad, la exclusión, la violencia, la corrupción y el desarrollo a espaldas del medio ambiente. Ganó Mercedes Tunubalá en Silvia, Cauca, la primera alcaldesa indígena misak. Ganó Víctor Hugo Vidal en Buenaventura, uno de los líderes del recordado paro del puerto, el compañero de lucha del asesinado Temístocles Machado, ícono del movimiento. Perdió Yahir Acuña, en Sucre, y la familia Char, que volvió a arrasar en Atlántico, apenas si pudo poner los gobernadores de César y La Guajira. Esto sin contar los ya sonados casos de las alcaldía en Bogotá y Medellín.
Hoy estamos un país en el que unos quedaron con el suspenso que permite sembrar optimismo. Otros, por su parte, ven solo el suspenso que da temor, ese en el que pueden llegar a reinventarse los dolores de siempre, aunque con otros colores.
En Manizales, con la elección de Carlos Mario Marín como futuro alcalde, llevamos una semana ya a la expectativa. Tratando de interpretarle cada palabra; tratando de extraerle, casi que con una fuerza paranoica, las frases que cada uno quiere que diga. Todo para afanarnos en saber si vemos suspenso constructivo o suspenso amenazante.
Algunos ven amenazas en que su triunfo sea fruto de haber conmovido, en la ciudad, el mismo desencanto que recorre la región: el de la lucha contra la corrupción, el de los cambios urbanos desde la movilidad sostenible, el de un desarrollo más consciente de lo ambiental, el de la solución a la desigualdad. Algunos suelen desconfiar de los movimientos o de las indignaciones en ebullición, hasta las subestiman y piensan que podemos ponernos a salvo de los golpes más repentinos de las transformaciones. Son las amenazas que ven quienes ya empiezan a presentir afectación de sus intereses más inmediatos, pero también son las amenazas que ven quienes temen que ese desencanto sea solo una justificación para la inexperticia o la improvisación.
Otros han empezado a entrar en el suspenso constructivo, optimista. Ven que el triunfo de Carlos Mario, sobre todo con esa diferencia que lo legitima, es la oportunidad para ahondar en las respuestas que anda buscando la indignación. Lucha contra la corrupción con tecnología, con transparencia, con datos abiertos, con ciudadanías digitales. Movilidad sostenible con sistema estratégico de transporte, en desincentivo del vehículo particular y promoción de movilidad eléctrica y a gas. Desarrollo urbano con una planeación ambiental más robusta. Por decir algo. En últimas, ven que su triunfo, afincado en el desencanto que le dio la diferencia, es justamente el motor de las transformaciones urgentes para la ciudad.
Ahora bien, la mirada optimista es la que empieza a advertir que el nuevo alcalde debe reconstruir los puentes que venía quebrando sistemáticamente en su carrera política. Los próximos meses serán cruciales para recomponer unas relaciones que le permitan saber escuchar y saber decir. También será indispensable reanimar las conversaciones con esa sociedad civil más organizada, esa que ha sabido trascender elecciones y gobernantes, para poder comprender las agendas de ciudad trabajadas de tiempo atrás, las mismas que al final son semilla y propuesta del desencanto que lo puso en ese lugar.
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