Camilo Vallejo


Al final del año, se nos hacen más pesadas y más grandes las preguntas sin respuesta que nunca nos abandonan. En otras palabras, al fi buscamos con más afán el misterio. Pero como somos incapaces de reconocerlo, apenas nos quedan las historias: las que surjen en la reunión, las que salen de la fiesta.
Pero este 31 de diciembre es diferente. Este día el misterio también será buscado por los políticos y funcionarios que perderán el gobierno, y por aquellos que lo tomarán. Para ellos el misterio de medianoche será el poder, la pregunta que se les hará grande y pesada será sobre cómo gobernar. Y no verán respuestas a la mano, apenas les quedarán las historias sobre poder: las que vivieron otros, o las propias que son las más difíciles de revisar.
En ‘El fuego y el relato’, Giorgio Agamben comienza con una anécdota de la cábala sobre el misterio y las historias:
Cuentan que Baal Shem, cuando debía resolver una tarea difícil, se dirigía a un punto exacto en el bosque, encendía un fuego, decía unas oraciones precisas y aquello que quería se hacía realidad. Alguien de la generación siguiente, cuando debió resolver el mismo problema, llegó hasta el mismo punto y dijo: “No sabemos ya encender el fuego pero podemos pronunciar las oraciones”, y lo que necesitaba ocurrió. Una generación después, alguien en la misma situación fue hasta el punto del bosque y dijo: “No sabemos ya encender el fuego, no sabemos pronunciar las oraciones, pero conocemos el lugar en el bosque, y eso debe ser suficiente”, y en efecto fue suficiente. Tras una generación más, el Rabi Israel de Rischin tuvo que enfrentar la misma tarea, pero permaneció en su castillo, sentado en su trono dorado, y dijo: “No sabemos ya encender el fuego, no somos capaces de recitar las oraciones y no conocemos siquiera el lugar en el bosque: pero de todo esto podemos contar la historia”. Y cuentan que, una vez más, con eso fue suficiente.
Para Agamben, esta anécdota es una alegoría de la literatura, de las historias que nos contamos. Dice que la humanidad se aleja siempre más de las fuentes del misterio y pierde poco a poco el recuerdo sobre el fuego, sobre el lugar y las fórmulas, pero de todo eso los hombres pueden aún contar la historia. Y contar las historias puede ser suficiente, sobre todo si hablamos del poder.
Entonces, si a la medianoche el abuelo vuelve y cuenta la historia de siempre, si la madre repite la misma anécdota, no es más que el misterio girando, haciendo círculos sin mutar, sin mostrarse, apenas dejándonos historias que se repiten para que nos hagan más fácil el fuego, el lugar y la fórmula.
Entonces, si a la medianoche los funcionarios que pierden el poder resultan conmocionados con su pérdida, no es más que el misterio del poder girando sin mostrarse. Si a la medianoche los funcionarios que toman el poder resultan ansiosos por su victoria, no es más que el misterio haciendo círculos. Será más fácil que busquen el misterio en las historias del poder.
Podría pensarse que las respuestas de medianoche están en las historias de la filosofía que circunda el poder de manera directa, o en las de la ciencia y la economía que dicen describirlo. Puede ser, pero pienso que hay más pistas del misterio en las novelas y en las películas, en las biografías de los líderes, en las noticias recientes de los escándalos políticos, en esas historias locales --que ya son secretos públicos-- sobre nuestros dirigentes regionales.
Son historias del misterio. Cuentan cómo los poderosos se quedaron solos, cómo traicionaron a sus aliados, cómo gobernaron sin salir de sus torres, cómo abusaron hasta de sus mujeres, cómo oyeron únicamente a sus aduladores, cómo eliminaron a sus críticos, cómo justificaron un mal menor por un bien superior, cómo dilapidaron su talento en equivocarse, cómo pensaron ser científicos y no demócratas, cómo la esperanza prometida la usaron para corromper, cómo prefirieron el largo plazo sobre el atajo, cómo supieron oír, cómo se dejaron guiar, cómo pidieron perdón, cómo cambiaron, cómo hicieron sacrificio.
Pienso en el Nicolás Maquiavelo de ‘El Príncipe’, que alcanzó a tocar el misterio del poder solo con anécdotas, noticias e historias de reyes viejos y menos viejos que lo hicieron bien o mal.
Si cada medianoche de fin año aparecen las mismas historias de política, es porque estamos cerca de respuestas sin escuchar, cerca del misterio.
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