Camilo Vallejo
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Arranca la historia de la presidencia de Gustavo Petro. En muchos temas estamos haciendo proyecciones y vaticinios. Por mi parte, he querido pensar que su estrategia de lucha contra la corrupción va a estar muy mediada por la relación que construya con las entidades de control, más conocidas como las “ías”.
Se acabaron ya las elecciones y, como vemos, los problemas reales no desaparecen a punta de promesas de campaña. En menos de una semana, ya tenemos a Roy Barreras y a Mauricio Lizcano de protagonistas del nuevo gobierno, un par de películas malas que ya vimos.
Desde que publicó su plan de gobierno, el asunto de la transparencia y la anticorrupción pareció escaso con Petro. No me referiré a la superficialidad de su contendor. Usó frases de cajón y mostró confianza en que los cambios en el modelo económico y de explotación traen, por sí solos, transformaciones en la moralidad pública.
Las entidades de control y las propuestas sobre cómo las imaginan en la estructura constitucional fue un tema de campaña. Incluso llevó a algunos candidatos o precandidatos a hablar de eliminar a la Procuraduría General. Al respecto Petro propuso trasladar esta entidad a la rama judicial, en una especie de fiscalía especial anticorrupción (https://bit.ly/3yim40h). Se cuidó de no hablar de eliminarla.
El tema es todavía más importante con el Petro presidente. Primero, porque arranca con una imagen de ser intolerante con el contrapoder y la crítica, debido a lo vivido en su alcaldía de Bogotá. También con un imaginario de la opinión y una propaganda opositora que enfatiza en los visos autoritarios con los que podría terminar minando los balances y contrapesos.
Segundo, porque llega al poder con algunas alianzas partidistas y clanes clientelares, muchos en la mira de esas entidades de control. O muchos con la mira puesta en estas, solo para quedarse con su burocracia, que no es poca, y con la impunidad que garantizan.
¿Qué debería hacer entonces? ¿Le da a las “ías” más poderes, las dota de más recursos, las llena de más funcionarios? ¿Las mantiene en el volumen que les aumentó el Congreso que cierra, bajo el visto bueno del presidente Duque? O, por otra parte, ¿le apuesta a su reducción o su supresión? ¿Se la juega por adelgazar funciones para hacerlas más efectivas, con funciones menos duplicadas y traslapadas?
Petro podría estar quedando en un cerco. Si admite el modelo Duque, de mantener “ías” agrandadas, se le va a tildar de cuidarle los puestos y los poderes de presión a quienes le ayudaron en su elección y de facilitar un modelo de control clientelar. Por el contrario, si decide reducirles funcionarios, puestos o recursos, o transferirlas de rama, en una fusión disimulada como lo dijo sobre la Procuraduría en campaña, lo pueden señalar de estar haciendo realidad el temido autoritarismo y de quitarse controles constitucionales de en medio.
La Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes publicó hace poco su documento de trabajo número 87. Se titula: “Las ‘ías’, entes de control y fiscalía en cifras: politización e inefectividad en la gestión pública entre múltiples capas de control” (https://bit.ly/3bnV86b). Hace la primera cuantificación del presupuesto total de la red de entidades de control para 2022. Cerca de 9 billones de pesos, el equivalente al 2,6% del presupuesto nacional. Además, comprueba un crecimiento desproporcionado en sus plantas, lo que ha construido una multiplicidad de capas de funciones que se cruzan y duplican, que admiten la politización y la ineficiencia del Estado.
¿En qué lado se quedará Petro? Puede ser con el de los acuerdos políticos, que clienteliza las entidades de control y que da márgenes de negociación burocrática mientras las agranda, a lo Duque. Con este, Petro podría hacernos creer que respeta la institucionalidad, pero en realidad estaría garantizándose gobernabilidad.
O podría irse por la tendencia más organizacional, que prioriza eficiencia en su capacidad auditora, mientras reduce procesos y funciones hasta el punto en que sea más lo que recuperen que lo que cuesten. Con este podría tener críticas por estar supuestamente debilitándolas y además tendría menos margen de controlar aliados y opositores.
Parece claro cuál tienen intereses más perversos o benévolos. Por su historia y su imagen, a Petro se le notarán más.
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