Camilo Gaviria Gutiérrez


Los días van pasando y el horizonte se va despejando después del triunfo de Iván Duque. Se empieza a respirar un nuevo aire de optimismo en el sector privado y público. El atrevimiento y coraje, propios de toda clase de emprendedores, comienzan a florecer. Ciudadanos que siempre son apáticos a las contiendas electorales bajo la creencia que nada cambia, evidencian que los pequeños negocios se empiezan a mover. Sin embargo, se debe seguir profundizando en el análisis de los resultados, teniendo en cuenta la permanente insatisfacción que se tiene hoy ante la vida, y la actitud beligerante cargada de odios y mentiras del derrotado en la segunda vuelta.
Buscando nuevas luces de cómo debemos actuar los colombianos en los próximos cuatro años para evitar una debacle, me encontré con la lectura del libro “Utopía para realistas” de Rutger Bregman, un joven pensador nacido en los países bajos en 1988. En este libro se evidencia los avances en calidad de vida y bienestar que hoy tenemos, pero también se reflejan las desigualdades absurdas que siguen existiendo en una sociedad moderna que tiene todas las herramientas para eliminar la pobreza que tienen algunos países. Y en ese sentido, la búsqueda del siguiente nivel de satisfacción o la nueva utopía nos debe llevar a reinventarnos en búsqueda de la tierra prometida, pero quizás sin darnos cuenta, ya estamos en ella si comparamos las facilidades que se tienen hoy versus la edad media. La siguiente cita de Bregman, considero explica en algo el presente y el futuro: “Para que no haya ningún malentendido: el capitalismo abrió las puertas a la tierra de la abundancia, pero el capitalismo por sí solo no puede sostenerla”.
La insatisfacción extrema nos puede llevar al caos cuando no se sabe su causa, o qué es lo que estamos pidiéndole a gritos a terceros que hagan por nosotros. Algo de esto vimos en las pasadas elecciones y lo vi reflejado en este texto del autor: “En ese sentido, me siento reconfortado por nuestra insatisfacción, porque la insatisfacción está a un mundo de distancia de la indiferencia. La nostalgia generalizada, el anhelo de un pasado que en realidad nunca existió, sugiere que todavía tenemos ideales, aunque los hayamos enterrado vivos”.
En Colombia necesitamos voltear la página y exigirle a los que hoy no han logrado aceptar la derrota, que todos somos colombianos, que todos deseamos un mejor país, que todos cabemos en esta patria, que todos debemos trabajar para tener una Colombia con más legalidad y equidad. Esto no quiere decir que no se haga control político o críticas constructivas. La oposición con altura, criterio y respeto fortalece la democracia y las instituciones. Lo que no podemos permitir es la generación de odio de clases y de estigmatización con mentiras para tomarse el poder y generar un caos a través de la violencia como se tiene en algunos de nuestros países latinoamericanos.
En palabras de Rutger, “Hemos de dirigir nuestras mentes al futuro. Dejar de consumir nuestro propio descontento a través de las encuestas y de unos medios de comunicación centrados de manera incesante en las malas noticias…”.
Cierro con la frase de Lyman Tower Sargent, quien es citado en el libro y nos muestra el camino a seguir en los próximos años: “Uno tiene que ser capaz de creer apasionadamente y también poder ver el absurdo de las propias creencias y reírse de ellas”
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