Bernardo Mejía


Desde hacía aproximadamente siete años nuestro "equipo del alma" no ocupaba los primeros lugares en la tabla de posiciones, ni tampoco nos había dado la oportunidad de poder jugar una final, así fuera de la Copa Colombia, que es distinta a la Liga Águila. La Copa Colombia es un torneo en el que juegan los equipos que están en la “A” y en la “B” y en la Liga Águila solo juegan los equipos que están en la “A” y es el torneo más importante del fútbol profesional colombiano.
La presente campaña del Once nos recordó los momentos gloriosos del equipo, cuando en el año 2004 quedó campeón de la Copa Libertadores de América, el torneo de fútbol más importante del continente. Desde esa época a hoy el cambio en el equipo ha sido drástico. Por un lado el Once Caldas ha estado muy cerca de pasar a la "B" y por el otro los nuevos dueños no son manizaleños, por lo que puede llegar a suceder, Dios no lo quiera, que se lleven el equipo para otra ciudad.
Por lo pronto el fantasma de la "B" está conjurado y en la presente campaña el técnico ha logrado orientar muy bien al equipo, lo que ha permitido soñar con que pueda llegar a ocupar un buen puesto en la liga y se pueda volver a participar en torneos internacionales.
La pasada final de la Copa Colombia, que se jugó en la ciudad, volvió a mostrar las dificultades y riesgos que se le presentan a la comunidad cuando se tienen partidos de fútbol de este nivel y especialmente cuando se juega contra el Atlético Nacional.
Que los negocios comerciales cercanos al estadio tengan que cerrar las puertas horas antes del partido, que haya que andar con cuidado por ciertas zonas muy transitadas y que los buses que transportan a los hinchas del equipo contrario tengan que ser escoltados por la policía, es un absurdo. Pero lo más delicado es el dispositivo de seguridad que hay que implementar para proteger la ciudad. Se dice que para el partido Nacional-Once Caldas se requirió la presencia de más de mil policías para controlar a las “barras bravas”. Policías que hay que traer de otras ciudades, porque con los que hay en Manizales no alcanzan.
La ciudadanía siempre se queja, y con razón, de las dificultades que se tienen con los malos comportamientos de las barras bravas, pero muy pocas veces se piensa en los policías que las tienen que controlar. No se piensa que pueden salir lesionados en el cumplimiento de su deber, ni en las preocupaciones y temores de sus familias por lo que les puede ocurrir en la atención de la seguridad de un partido de fútbol. Pero ese mal comportamiento no todo es atribuible a las barras bravas. No estuvo bien que en la final de la Copa Colombia no se hubieran respetado los puestos numerados, aduciendo que al partido había que madrugar. Definitivamente nos falta mucha cultura ciudadana y por la presión de estos incultos, la policía no pudo hacer nada.
En nuestro medio hay muchos “héroes ocultos". No solo son los policías, también los bomberos y los organismos de socorro. Los primeros a los que se llama cuando hay un robo o una pelea en la calle es a la policía -entre otras, es inexplicable la manera como fueron recientemente atacados con bombas incendiarias unos agentes que estaban controlando una manifestación estudiantil-. Cuando hay un incendio los primeros que aparecen son los bomberos. Si hay un deslizamiento los primeros en llegar son los brigadistas de socorro.
Los policías, bomberos y los brigadistas son unos héroes ocultos que hacen el oficio sin importar si es de día o de noche, ni si es fin de semana o festivo. Muchos hacen el oficio sin cobrar dinero. Por lo general son personas con una gran vocación de servicio a la comunidad y que merecen todo nuestro reconocimiento y apoyo.
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Murió Javier Giraldo Neira. Reconocido periodista deportivo a nivel nacional e internacional, defensor del Once Caldas y de la construcción del Estadio Palogrande -uno de los hitos de nuestra ciudad-. Además, líder cívico. Nos va a hacer mucha falta su presencia.
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