Gracias Maestro Fernando Botero por vivir 90 años y, en el transcurso de su vida, regalarnos tanta belleza en forma de pinturas y esculturas; pocos artistas han tenido el privilegio de vivir tanto y disfrutar de la fama que usted se merece por la grandeza de sus obras, literal y metafóricamente, pues sus personajes son monumentales, en algún momento de su búsqueda artística encontró esa proporción gigantesca y la convirtió en su sello personal. Lo que más me gusta de su obra es que no necesita un intérprete para poder disfrutarla; no hay necesidad de un intermediario culto que traduzca al que contempla sus pinturas lo que usted quiere decir en ellas: ahí está, claro y explícito, el mensaje. Tal vez por eso nunca se dejó seducir por el arte abstracto y a fuerza de perseverar, conquistó a un público tan difícil como el de Nueva York de los años 60, donde el auge de la cultura Pop y el arte abstracto invadían las galerías. No le importó que su arte fuera catalogado como “caricatura de pueblo” por algunos críticos, o tal vez sí le importó, pero sólo para darle más impulso a su obra y persistir en la búsqueda de su propio lenguaje: Gracias por hacernos parte de él, nunca se ha avergonzado de ser colombiano, es así como en su arte ha representado desde lo más ilustre hasta lo más prosaico de nuestra cultura. En sus obras se encuentra el retrato de la Primera dama y del Presidente, pero también un lienzo que escenifica la muerte de Pablo Escobar, escenas de burdeles, matanzas, un ladrón furtivo sobre un tejado de un pueblo, la familia en sus diversas representaciones; la madre con sus hijos, el padre que tiene sobre las piernas a su hija pequeña, los niños, los curas, el policía, etc., la mayoría son figuras anónimas e imposibles de identificar, pero algunos de sus cuadros están dedicados, como el hermoso lienzo de su hijo Pedrito, que juega sobre un caballo de juguete, mientras sus padres, vestidos de luto, abren puertas y ventanas de una pequeña casa de juguete, como queriendo dejar escapar el dolor que los agobia; memoria póstuma de ese ser que usted amó y que le fue arrebatado por el absurdo.
Sus esculturas han paseado por los lugares más emblemáticos del mundo; los Campos Elíseos de París, la Gran Avenida de Nueva York, las han situado frente al Palacio de Bellas artes en Méjico, cerca de las pirámides de Egipto, en la Plaza de la Señoría, en Florencia, donde ha sido el único artista contemporáneo a quien se le ha permitido exhibir sus obras. Yo tuve el privilegio de ver la exhibición en Washington, pocas veces me he sentido tan orgullosa de ser colombiana, pues es algo conmovedor ver su obra en un lugar visitado por personas de todo el mundo y saber que el artista es de mi país. Ahora usted les dio un hogar permanente a muchas de ellas en su natal Medellín, el parque Botero es hermoso y cada una de las 23 esculturas, que allí reposan para siempre, representa lo mejor de su arte.
Le oí decir en una entrevista que le gustaría que lo encontrara la muerte como a Picasso; terminar de pintar cualquier día y caer. Que Dios le conceda este deseo de poder pintar hasta el último día de su vida. Termino este escrito con una frase suya: “Quiero ser recordado como alguien que siempre creyó en su país”. Gracias Maestro por su obra y legado, yo también creo que la cultura es una de las mejores herramientas para sembrar la paz en nuestra amada Colombia.
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