Andrés Hurtado


No solo Caldas y el Viejo Caldas, sino todo el país debe, debemos, inmensa gratitud a Benjamín Villegas por exaltar ante Colombia y el mundo nuestras bellezas y riquezas. En la presentación de uno de mis libros en Bogotá se me ocurrió esta idea: en la vida solo hay tres momentos, nacer, morir y en la mitad agradecer. Debemos inmensa gratitud a Dios, a nuestros padres, a los maestros, a amigos, a vecinos, a Colombia, a muchas personas y entidades. La vida debe ser un continuo ejercicio de gratitud. Una de esas personas a las que debemos admiración y gratitud es Benjamín Villegas, hijo orgulloso de un manizaleño y nacido en Bogotá, pero que lleva las raíces de su ancestro muy afincadas en el fondo de su alma y lo demuestra con sus libros que son su pasión y su vida.
Dicen que los libros se van a acabar…tal vez sí, ojalá no. Que el internet o la internet, como dicen otros, va a acabar con el papel. Pero hay cosas irreemplazables y que el progreso no se debería llevar por delante. Los libros que contienen solo texto son reemplazables por el internet. Pero los que llevan bellas fotografías no son nunca reemplazables. En el libro se pueden tener las fotografías todo el tiempo a la vista, para mirarlas, tocarlas, acariciarlas, cosas que no se pueden hacer en el internet, porque no siempre se lo tiene a mano. Recuerdo ahora la frase de mi época de estudio del latín.”Studia nobiscum peregrinantur et rusticantur”. Que si no estoy mal así traduce: Los estudios van con nosotros y caminan por el campo.
La editorial de Benjamín Villegas ha publicado 280 libros de lujo y de gran formato a lo largo de 44 años. De ellos, dedicados casi exclusivamente al Viejo Caldas o Gran Caldas son varios: Arquitectura Colonial Antioqueña en 3 tomos, Manizales de ayer, Artefactos, Bambusa Guadua, Deliciosas Frutas Tropicales, Mariposas de Colombia, Guadua, Cafés de Colombia.
En otros aparece siempre su amada Manizales y su querido Viejo Caldas. Son estos: Rostros de Colombia, Colombia campesina, Casa colombiana, Casa republicana, Colombia panorámica, Casas de Recreo, Colombia 360 grados, Casas de campo, Orquídeas de Colombia, Aves de Colombia, Colombia horizontes y Colombia otra mirada. Benjamín acaba de publicar resumida en un libro bellísimo toda la arquitectura del paisaje cafetero.
Este libro, en especial, me emociona. Mirando los textos y las fotos de Néstor Tobón Botero regreso a mi infancia, ese país encantado del que nunca nos han podido expulsar. Esas casas de las fincas cafeteras, pintadas en colores vivos, con corredores que les dan la vuelta completa, esas fueron y todavía son las casas en las que nacimos, en las que vivimos esos años felices. Esas fincas en las que nos subimos a los árboles para coger guayabas agrias, nísperos y guamas. Esas fincas en las que para horror de los ecologistas de hoy, apuntábamos a las mirlas y azulejos con caucheras.
La infancia es la patria de la que nadie nos puede desterrar. Así los años pasen, las enfermedades nos asalten, los tiempos cambien, la máquina de escribir sea reemplazada por las computadoras y los teléfonos por los celulares, los periódicos y los libros se acaben (por Dios, ojalá no se acaben para los que amamos la letra impresa en papel), de ese mundo feliz nadie nos puede desterrar. Por eso para mí y para muchos la casa de la finca de la niñez está viva en nuestro corazón. Los libros de Villegas apuntan a estas dulces nostalgias. (Continuará).
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