Andrés Hurtado


Me di otro paseo por el Danubio, río hermoso en cuyas aguas navega la historia de Europa centro-oriental. Fui al pueblo cercano de Szetendra, un pueblo de artistas, muy colorido, que me hizo recordar a pueblos de Antioquia de casas y balcones pintados de vivos colores. Fueron 20 kilómetros por el río. Yo ya estaba un poco nostálgico, pues me iba despidiendo de Hungría y más específicamente de Budapest, ciudad que recorrí por todos sus rincones, avenidas, plazas y jardines y considerada una de las más bellas del mundo.
Szetendra, es, a su vez, considerado uno de los pueblos más bellos de Hungría. Parece un pueblo de postal. Siendo un pueblo tan pequeño llama la atención porque tiene muchos museos. El más curioso de todos es el Museo del Mazapán, que entre otras preciosidades y miniaturas tiene la reproducción exacta y en pasta de mazapán, por supuesto, del imponente Parlamento de Budapest. Cuando hablamos de él dijimos que es uno de los más grandes y bellos del mundo y cuya estampa reflejada en las aguas del Danubio es la fotografía más buscada por los visitantes de la ciudad. Su construcción gótica lo asemeja al parlamento de Londres. La figura de mazapán del Parlamento pesa 60 kilogramos.
Por avatares de la historia, que en estas tierras balcánicas ha sido marcada por muchas guerras y las consiguientes migraciones, Szetendra parece más un pueblo serbio que húngaro. Una gran cruz levantaron sus habitantes para dar gracias a Dios luego de una peste terrible que asoló la ciudad. Hemos dicho que monumentos a la Santísima Trinidad he encontrado en Viena, Praga y Budapest, como agradecimiento por haber librado a las ciudades de la peste. Lo curioso es que los monumentos son casi idénticos: una columna rematada por las tres figuras de la Santísima Trinidad. Dicen que debajo del monumento a la cruz enterraron a un hombre con los pies hacia arriba. Me despedí al atardecer de este bello pueblo de pintores. Las márgenes de los grandes ríos europeos que he navegado, Danubio en Austria y Hungría, Rhin en Alemania y Suiza, Moldava en Chequia y Sava en Croacia están pobladas de mansiones y castillos, algunos abandonados y otros “todavía vivos”. Las imágenes son, por supuesto, románticas y todos los castillos y palacios guardan historias de guerras y de monarquías perdidas en la noche de los tiempos.
Al regresar a Budapest recorrí despacio el Puente de las Cadenas, centro neurálgico de la ciudad que une a los dos grandes “barrios” que forman la urbe: Buda y Pest y fui a sentarme un rato al lado de la estatua del poeta Attila, cuya historia me conmovió. La estatua sedente y triste mira al río. Allí completé en mi libreta de apuntes los datos del recorrido de este último día en Budapest. Luego volví al Puente de las Cadenas y me dirigí al principio de mi visita a la ciudad, a la iglesia barroca de Santa Ana, que está cerca del hotel donde me alojaba. Y, ¡oh sorpresa! llenaban el sagrado ámbito los sonidos del órgano, seguidos de la celebración de una misa solemne con iglesia a reventar. No supe qué fiesta celebraban o a qué santo homenajeaban. Honradamente lo que me interesaba era la majestad de los sonidos del órgano y del coro que lo acompañaba. Salí de la iglesia y tomé las últimas fotos al Parlamento cuya estampa se refleja en el río.
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