Andrés Hurtado


Hablamos en la anterior crónica de una palmera abundante en la selva amazónica y que crece sobre zancos y cuyo nombre científico es Socratea, y escribí Socratea sp. Recuerdo que hace bastante tiempo aquí mismo en una crónica de LA PATRIA, expliqué el apunte gracioso de los botánicos al respecto. Cada planta y animal además del nombre vulgar tienen nombre científico. Este sirve, entre otras cosas, para ser distinguido en todos los países y lenguas y entre los científicos. El primer nombre se escribe con mayúscula y representa el género y el segundo, que se escribe con minúscula, se refiere a la especie. La especie es el último eslabón en la cadena de clasificación de los seres vivos. Pues bien, reconocer el género es más fácil que la especie. Cuando se conoce el género, pero no la especie se escribe el nombre del género y se añade “sp”, que significa especie, especie desconocida por el momento. En tal caso los biólogos dicen: Socratea “sabrá el p...”. Los nombres científicos se dan en latín, por la misma razón, para que sean entendidos por todos los científicos y universidades.
¡Oh las piedras del Inírida! En el verano al bajar las aguas aparecen las piedras de las orillas en todo su esplendor. Muchas han sido redondeadas por las aguas a lo largo de los siglos y otras están también marcadas por las crecientes el río. Tengo fotos de piedras que son verdaderas postales. En verano también se forman inmensos playones de arena fina amarilla, propios para acampar.
Me ocupo ahora de los famosos raudales del Inírida. Para describirlos dividiré el río en dos secciones: la alta y la baja. La alta se ubica entre el nacimiento y Raudal Alto del río y la baja desde allí hasta los Cerros de Mavicure. En la parte alta el río se forma por la confluencia de dos: el Inírida propiamente dicho de cuyo nacimiento ya hemos hablado y Caño Grande que es su primer afluente grande. En Caño Grande viví una aventura peligrosa pues era zona donde los mafiosos guardaban repuestos de avionetas. Nosotros penetramos sin saberlo y tuvimos grandes sustos al encontrar en una cueva una avioneta semidestruida y repuestos. Nos topamos con personas que cuidaban esos elementos y que estaban fuertemente armadas. Por suerte compartimos con ellos comida enlatada que nos agradecieron y que necesitaban. Allí Caño Grande forma una cascada preciosa de unos diez metros y que se llama Salto Gloria. En la cabecera de la cascada una serpiente cuatronarices cayó de un árbol sobre mi cabeza y resbaló por mis hombres hasta el suelo. Menudo susto. No era mi día o si se prefiere, fue un buen día. Abundan allí las grandes mariposas azules, las Morpho. Consultando apuntes en internet para mis relatos me encuentro con la sorpresa de que muchos han sido sacados de mis artículos y relatos de viajes y copiados descaradamente porque no me dan los créditos. Eso me acaba de ocurrir otra vez en este caso, buscando raudales del Inírida para complementar mis crónicas. O sea que me estoy copiando a mí mismo.
“In illo témpore”, hablo de uno de mis viajes por esta zona alta del río, me alojé en la casa de “Matasanos”. Es o era (no he vuelto a saber de él) un tolimense que había construido su casa flotante y la había amarrado con potentes cables en la confluencia de los dos ríos: el Inírida y Caño Grande. La casa subía y bajaba a merced de las crecientes del río. Allí dormí yo una noche. “Matasanos” es o era una persona muy agradable y servicial.
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