Andrés Hurtado


Caminábamos embelesados por la selva del Darién rumbo a las cascadas. La noche anterior habíamos leído pasajes de Walden, el libro escrito por Henry David Thoreau y que para millones de personas del mundo es el evangelio del amor a la naturaleza. El libro narra la estancia de dos años del pensador en un bosque a orillas del lago Walden, cerca del pueblo de Concord en el Estado de Massachusetts. Allí construyó su casa y desde ella y con sus obras iluminó al mundo del naturalismo, de la resistencia civil, del antirracismo y del antibelicismo. Caminábamos, pues, “drogados” por la doctrina de Thoreau.
Encontramos al borde del camino una rana gigante, y digo gigante pues estos anfibios suelen medir pocos centímetros; esta tendría unos 10 y era blanca. La admiramos, la fotografiamos y para pesar de los taxonomistas la dejamos en su sitio.
El parloteo de las guacamayas, aves muy abundantes en Katíos, rompía por momentos el silencio de la manigua. Vimos grupos de la “ararauna” y de la “macao”. Ambas pertenecen al género “Ara” y a la familia de las psitaciformes o psitácidos. La guacamaya llamada científicamente “Ara macao” es amarilla, azul y roja, como la bandera colombiana y es una de las más grandes. La “Ara ararauna” es amarilla y azul. La etimología de psitácidos es esta: viene de psittakós que en griego significa loro, cotorra. Cuando una persona habla demasiado decimos que parece una cotorra porque los loros cuando están en grupo “hablan” constantemente. La palabra castellana psitacismo expresa precisamente la manía de las personas que hablan y hablan, muchas veces sin saber lo que dicen. Psitacismo es sinónimo de glosolalia, hablar hasta por los codos, manía que llevada al extremo se constituye en enfermedad mental. (¿Será esa enfermedad la que ahora se apodera de la humanidad cuando vive pegada al celular horas y horas hablando “cháchara”?
Dejemos estas disquisiciones y volvamos a nuestros alados animales. Las guacamayas son endogámicas o sea que se aparean con individuos de la misma especie o familia y según he leído son fieles a la pareja toda la vida. Mientras escribo esto leo en la prensa que los colombianos se casan poco y se divorcian más y que de cada 10 parejas, 4 se divorcian. No por falsos moralismos, sino por recordar el más bello pensamiento que sobre el amor he leído y que pertenece a Saint-Exupéry quiero escribirlo aquí: “Amar no es mirarse a los ojos sino mirar juntos en la misma dirección”. Nuestro Araracuara, del Caquetá, viene de Ara, guacamaya. Estábamos mirando un grupo de guacamayas que estaban “perchadas” (como dicen los ornitólogos) en un Yarumo, cuando fuimos sorprendidos por un fuerte gruñido que provenía de unos 20 metros del camino, monte adentro. Para los compañeros el susto fue grande, confieso que para mí no, por mis experiencias de selva. El potente gruñido provenía de un tigre, o sea un jaguar que nos estaba siguiendo. Asustados o no, este incidente fue maravilloso para todos nosotros y quedó grabado en nuestros recuerdos como la experiencia más gratificante de nuestra excursión al Parque Katíos.
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Guillermo Valencia Velásquez, de estirpe manizaleña, ha dirigido los más importantes hoteles de la conocida cadena “Intercontinental Hotels Group” y actualmente gerencia el de Méjico. Ha recibido numerosas condecoraciones a lo largo de su carrera y acaba de ser distinguido con el máximo título de “el mejor gerente de las Américas”. Nos alegran los triunfos de nuestro compatriota.
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