Ana María Mesa


“Si quieres que algo no funcione, nombra un comité”, decía la frase atribuida a Napoleón.
La recuerdo ahora con motivo de los 30 años de la Orquesta Sinfónica de Caldas, que no solo ha sufrido del mal del comité sino también de todo lo malo que se deriva de un comité: la revisión del proyecto en ejercicios DOFA en donde opinan hasta el perro y el gato, de la reingeniería que pone en riesgo su propósito fundamental, de reestructuraciones necesarias e innecesarias, y que ha sufrido también de las buenas intenciones de muchas personas, incluida yo, que escribo esto con las mejores que tengo y que seguramente no gustará porque aquí nos gusta arreglar los problemas sin que nadie se entere de que los tenemos.
La última cifra que conocí del costo del proyecto, hace aproximadamente 10 años, era de $1.100 millones anuales que eran aportados por el Ministerio de Cultura y la Universidad de Caldas, principalmente, y por la alcaldía y la gobernación, en menor proporción y con más incertidumbre. Una orquesta barata comparada con cualquiera del país y con cualquiera del mundo, para los que opinan que es que eso es muy caro.
A cada nuevo ministro, rector, alcalde y gobernador hay que ir a explicarles por qué este proyecto es importante, por qué vale la pena que una ciudad intermedia como Manizales tenga una orquesta sinfónica. Hace 10 años era aún más difícil porque muchos manizaleños de los importantes: es decir, de los que nunca van a nada, pero que opinan de todo, no sabían que la ciudad tenía orquesta y preguntaban con desidia que quiénes iban a eso, que eso para qué, que si a los jóvenes no les gusta la música clásica, que “yo prefiero un hijo marihuanero a músico”, como me dijo una vez alguien que quiero mucho.
Hoy es más fácil porque el Teatro Fundadores se llena en cada ocasión que toca la Orquesta Sinfónica de Caldas y porque nadie pone en duda la calidad de sus interpretaciones. Porque lo que comenzó con Nelson Monroy y con Oliva Manchola fue fortalecido con la presencia de Gorka Sierra que vino a decirnos desde España que sí, que tenemos un patrimonio importante en esta orquesta. Y como es español, y habla tan bonito, ahí sí le creímos todos.
30 años después sigue siendo tan frágil el proyecto, por su falta de presupuesto y solo por eso, que si sale una nota en LA PATRIA hablando de que el director español se va porque tuvo algunos desencuentros o porque no está de acuerdo con alguna decisión, sufren los implicados porque cada mal comentario puede poner en riesgo su existencia. Porque de cada crítica se pegan sus detractores, o quienes no quieren comprometer recursos, para decir que “¿sí vio?, lo que pasa es que ese proyecto no es viable”.
A mí no me cabe duda de que es viable. Sigo esperando la Ordenanza de la Asamblea de Caldas y el Proyecto de Acuerdo del Concejo de Manizales para que los recursos desde la Gobernación y la Alcaldía sean estables, para que no dependan del gusto de los gobernantes de turno y para que un proyecto que tiene todo que ver con la identidad manizaleña tenga una estabilidad institucional que, esa sí, la blinde de las desavenencias personales que se vuelven chisme de salón, y que no deberían perjudicar a una institución con 30 años de vida.
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