Álvaro Gartner


En los tiempos que corren, campea un individualismo uniforme y cada quien sueña con ser igual a millones. La obsesión por un indefinible futuro perfecto, impide vivir el presente y destruye el pasado. La palabra ‘tradición’ causa escozor; se la ve como contraria a ‘actual’ y a ‘tecnológico’. Todo lo que abarque debe ser destruido, abuelas incluidas.
Y sin embargo, sobreviven tradiciones como la quema de la imagen de Judas Iscariote en Neira, luego de pasearlo en ignominia por las principales calles. Antes de ‘ejecutarlo’, leyeron su testamento con “la herencia que dejó a profesores, políticos y a la comunidad”, dice la crónica de LA PATRIA. Crítica social y política, exhortos a la convivencia. La sociedad se juzgó a sí misma. La candela conjuró “las envidias, los rencores, las venganzas y todo lo malo que llegó a Neira, mientras el público gritaba y quemaba con el apóstol sus malos recuerdos”.
Fue un acto de purificación y renovación cuyo significado es igual al de las Fallas de Valencia, España, y de los añoviejos del Valle del Cauca. Coincide con la noche de la renovación del fuego sagrado en las iglesias, siendo a la vez un acto festivo, pues mientras la efigie ardía “una orquesta amenizaba”.
Los neiranos se sienten orgullosos de “nuestra tradición y parte de nuestro patrimonio”, declaró uno haciendo eco a muchos. No a todos: a una despistadita le pareció “una ridiculez con lo que se termina la Semana Santa”. Es una chica moderna y globalizada, a quien la injusticia divina zampó en un pueblo retrasado. No puede comprender que las tradiciones siguen vigentes mientras sean funcionales y evolucionen con las sociedades. No son cosa del pasado, ni del atraso tercermundista. Si así fuera, en Venecia no habría carnaval con máscaras medievales, en los Estados Unidos no celebrarían el Día de Acción de Gracias, o en Alemania la Noche de Walpurgis, por ejemplo.
En la población caldense calculan un centenar de años a la costumbre. Si así es, su propósito inicial fue conjurar la epidemia de gripa española que en 1918 mató a unos 40 millones de personas y en “Neira se generalizó con furor llevándose a la tumba los que encontró afectados del corazón”, apuntó el historiador local Antonio Morales Arias. O pudo ser llevada desde Riosucio en 1927 con una muestra del carnaval, para inaugurar la estación local del cable aéreo a Aranzazu. O pudiera ser más antigua, pero la memoria y los testimonios se perdieron.
En cualquier caso, es una expresión cultural de gran autenticidad. Debe ser estudiada y clasificadas cada una de sus partes, para que sobreviva en el conocimiento. Porque inconscientemente, los pueblos matan sus culturas.
En cambio, en Marmato acaban de sufrir la pérdida de una tradición: murió Juan Bobo, quizás su último personaje típico. De bobo no tenía un pelo, pero la antigua costumbre de clasificar como tales a quienes tenían limitaciones para comunicarse y eran pobres, los sumía inevitablemente en la condición de pintorescos.
Las anécdotas revelan a un ser que asumió el papel de conciencia del pueblo: “Era común verlo en los velorios, llamándoles la atención a los hombres que tenían el sombrero puesto”, contó una vecina de Juan de La Cruz, como en realidad se llamaba.
Seres así tienen valor social: son conocidos, se ganan el aprecio general y prestan servicios. Sin saberlo, se convierten en inspiradores de tolerancia e igualdad, pues se les quiere y tolera en todo lugar. Contribuyen a fortalecer la identidad, al convertirse en referentes populares.
Cuando en los pueblos mueren los bobos, se van pedazos de historia y se pierde algo de la memoria colectiva. Es un paso más a la conversión en ciudades anodinas.
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Coletilla política: Piedad Córdoba se vio obligada a hacer algo bueno por Colombia: retiró su candidatura a la Presidencia de la República. Al parecer, su columna vertebral sufre una inclinación extrema hacia la izquierda, que le impide ver el país al derecho.
Su marginamiento no aclara nada, pues los aspirantes que quedan tienen otros grados de torcimiento.
Ojalá los médicos alivien sus dolencias, físicas y espirituales. Pueda ser que al paliar sus dolores, cese el odio que alberga por su patria y sus conciudadanos.
No se le extrañará.
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