Plácido Domingo es tan famoso, que hasta quienes creen que el reguetón, el despecho y la salsa son música, lo han oído mencionar. Ante todo, por sacar la ópera a la calle y los estadios. En sociedad con Luciano Pavarotti y José Carreras opacó a colegas de igual o mejor calidad. Cuando ya no pudo más ser el gran tenor que fue y se convirtió en mediocre barítono, siguió idolatrado.
Ya la idolatría tambalea, el ídolo se desmorona y el caballero que lo encarnaba reveló una sórdida faceta: en 2019 fue denunciado por acoso sexual, por veinte mujeres ligadas al mundo de la ópera. Una mezzosoprano que tenía 23 años cuando trabajó con él, describió a la prensa las actitudes lascivas del artista, las intenciones ocultas detrás de invitaciones a “cantar” y “aconsejarla”, acercamientos inapropiados, besos cerca de la boca… Las víctimas callaron, dada la importancia del agresor y por temor a represalias.
Los abogados de Domingo pagaron USD 500.000 al sindicato de músicos de ópera de los Estados Unidos. Compraron “silencio a cambio de dinero”, dijo el vicepresidente del gremio. Pero se comprobó que el divo había tenido “actividades inapropiadas” contra 27 mujeres, por lo menos, cuando dirigió las óperas de Washington y de Los Ángeles.
Según el ex tenor, ellas aceptaron sus envites, pero confundieron “galantería” con acoso y lamentó que se sintieran “incómodas”, porque había tenido las “mejores intenciones”. La mezzosoprano Patricia Wulf lo rebatió: “Plácido Domingo es un depredador que ha hecho esto repetidamente”. Debió renunciar a la dirección de la Ópera de Los Ángeles y no puede actuar en ese país, a pesar de asumir “toda la responsabilidad” de sus acciones. Pero, en un alarde de cinismo, aclaró que “responsabilidad” no significa “culpa”.
Las aguas parecieron calmarse: en junio de 2021, recibió una ovación de ocho minutos, en su primera presentación en España después del escándalo. La ministra de Igualdad, Irene Montero, reprochó que se aplaudiera “con estruendo a un hombre que ha confesado haber abusado sexualmente de varias mujeres”.
En abril de este año, Domingo actuó en el Teatro Colón de Buenos Aires. Allá fue la soprano Luz del Alba Rubio, para denunciar su conducta con la cual “ha mutilado carreras; juega con las vidas de las personas que tiene por debajo y las destruye”. Rubio es una de las tres víctimas que revelaron su identidad. Las otras son Wulf y Ángela Turner Wilson, entre 121, según dice. Por no ceder al acoso, no volvió a ser contratada.
Fue efímera la gloria de ser “recibido como un héroe” en la Argentina: una investigación judicial señaló al cantante de ser cliente de una red de prostitución y tener vínculos desde hace 26 años con los cabecillas. Los peritos determinaron que su voz está en los audios interceptados. Abrumado, dijo haber creído que se trataba de “músicos”, a los cuales “invité a trabajar”. Luego se contradijo, al tratarlos de “amigos por muchos años”, que lo habían “usado”.
Michael Andor Brodeur, crítico de The Washington Post, considera que “las compañías que continúan apoyando a hombres abusadores, envían una señal clara a los jóvenes artistas que ingresan en el mundo de la ópera: estás solo”. Varios llegaron a través del concurso Operalia que preside el cantante y de un centro de perfeccionamiento que hasta 2020 llevó su nombre. ¿Algunas participantes habrán sido examinadas por él?
Para redondear la faena, Plácido Domingo tuvo desastrosa doble presentación el 26 de agosto en la Arena de Verona, Italia. En los “bochornosos ensayos”, integrantes del coro, músicos y técnicos “comprendieron que no estaba a la altura de su fama”, dice la nota. En el escenario olvidó las letras, no respetó las partituras y abandonó la escena final de la ópera ‘Macbeth’. La orquesta, “consciente de la mediocridad del espectáculo, se negó a ponerse de pie para recibir los aplausos”. Fue una “velada humillante”.
Sobre Plácido Domingo no recae ninguna sentencia penal y la sanción moral no es plena, porque tiene muchas puertas abiertas. Pero destrozó la imagen personal con su depravación y la artística por querer hacer lo que ya no puede: cantar. “Da lástima ese ocaso de un gran artista que no supo parar a tiempo”, dijo Manuel Drezner.
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