Este fin de semana es de decisiones difíciles. No lo digo por las elecciones; ya habrá tiempo para hablar de ganadores, perdedores, corrupción, mentiras y grabaciones. Además, quien a esta hora no sepa por quién votar al Congreso - después de tanta propaganda, vallas, pendones, denuncias, investigaciones - es porque no le interesa el tema. Se quedará en casa viendo televisión o venderá su voto por $50 mil y un tamal. Lo digo porque mi viejo, mi papá, cumple 70 años y tiene la mala maña de autoregalarse, días antes, lo que necesita o sus caprichos.
Hace una década le regalamos un periódico dedicado solo a él, escrito por familiares y amigos. Fue un tiraje corto que hasta sirvió para madurar aguacates y limpiar vidrios. El año pasado le regalé un lapicero exclusivo, de los que usan los astronautas porque permite que la tinta fluya en sentido contrario a la gravedad. Tan exclusivo que no lo ha sacado de la caja seguramente para no gastarlo. O porque no es astronauta.
No es astronauta, pero es hijo de la era nuclear. En 1952, año en el que nació, los Estados Unidos detonaron nueve bombas atómicas y una de hidrógeno, en sus ejercicios de pruebas nucleares alrededor del mundo. Además, los ingleses también hicieron detonar su primera bomba de estas características - Hurricane, de 25 kilotones - convirtiéndose en el tercer país en entrar en la carrera armamentista global. Ese mismo año también nació Álvaro Uribe Vélez, nuestra arma de destrucción masiva.
Ese mismo año nacieron Willington Ortiz y Roger Milla, futbolistas muy recordados en nuestro país. Y Verónica Castro y Florina Lemeitre, que engalanaron las telenovelas de la televisión nacional en los 80. Y Mr. T, David Hasselhoff y Simon McCorkindale; el primero de Los Magníficos, el siguiente el del Auto Fantástico y el último era el protagonista de Manimal, serie de un hombre que se transformaba en animales y que solo tuvo ocho episodios.
Mi papá es médico ortopedista y llegó a Manizales en 1982. Nos trajo a vivir a la capital de Caldas en el 83 y para el 85 ya era más manizaleño que mi mamá, cuya familia del lado paterno es de esta ciudad. Lo digo porque en momentos en el que el Kumanday hizo erupción, otro hubiese empacado y regresado a Bogotá, pero él se quedó atendiendo heridos y afectados por las avalanchas que golpearon a Armero y Chinchiná.
Además, se integró muy bien a la ciudad. Para antes de que acabaran los 80 ya estaba involucrado con el Festival de Teatro y otras actividades culturales y musicales. Tanto él como mi mamá hicieron parte de las tertulias en la Librería Palabras, donde un sábado discutían con Jorge Enrique Robledo sobre el futuro de este país, al otro podían tener como contertulio al pintor hiperrealista Santiago Cárdenas. Mientras tanto, mi hermana y yo - y los demás hijos de los asistentes - nos dedicábamos a ojear libros, recordar carátulas y reorganizar estanterías con la bendición de los dueños Germán Velásquez y Sofía Convers.
Para los 90 ya era médico de la Plaza de Toros, socio del Once Caldas y caminar por la calle con él era jartísimo porque en cada cuadra había una consulta médica o tenía que saludar a un conocido. Conoce todos los chismes y no es socio de ningún club. Ya tiene nietos, un periódico dedicado a él y un bolígrafo de astronauta. ¿Qué regalarle entonces a un hombre al que la ciudad ya le ha dado todo?
A pesar de que nunca son suficientes, libros y música le sobran; tantos, que, de donarlos, tendrían que abrir una sala con su nombre. No bebe. No tiene hobbies como para regalarle alguna estampilla o una geoda. No hace deporte y disfruta el multitasking de tener el televisor prendido, el computador, la radio y el periódico a la mano que le da el sedentarismo.
Vive tranquilo, como vivió su papá - mi abuelo, también ortopedista - y siempre nos ha inculcado eso: vivir tranquilos. Pero no es suficiente, viejo. También hay que ser feliz, emocionarse y salirse de la rutina. Ser feliz es arriesgar y salir de la zona de confort. La tranquilidad puede traer paz, pero no necesariamente felicidad. Quiero que en lo que te queda de vida seas feliz como cuando montábamos en esas montañas rusas de los parques de diversiones o te agarrabas la cabeza viendo un disco en la trastienda de un almacén perdido de San Francisco o Miami, buscando maneras de justificar la compra. Ya lo que queda es bajada, viejo, entonces alza los brazos y déjate llevar, que ya habrá tiempo para otras cosas menos importantes.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015