Ojalá solo haya una primera vuelta. Queda una semana para que salgamos a elegir al próximo presidente de Colombia y, en mi caso, siento que es una semana de más. De más engaños, más bajezas, más alianzas oportunistas y corruptas; de más polarización y de esto último es lo que menos necesita el país en este momento. Ante la pobreza de argumentos y lugares comunes en vez de propuestas, los candidatos se dedicaron a repartir condones con sus rostros impresos en el empaque y en hacerle retoques digitales a sus presentaciones en plaza pública para hacerlas más “masivas”.
Hacía rato no se sentía tanta desazón electoral en unas presidenciales. Tal vez desde la contienda de 1998 entre Horacio Serpa y Andrés Pastrana; el primero representaba el continuismo de la narcodemocracia de Ernesto Samper (elegido gracias al apoyo del Cartel de Cali) y el otro era un delfín pantallero que ganó gracias a un reloj y una foto con Tirofijo.
En ese entonces, como ahora, los colombianos querían irse del país. La Cancillería indica que a comienzos de este siglo la cifra de emigrantes se disparó ante la crisis económica, alcanzando los 5,3 emigrantes por cada mil habitantes . Este año los colombianos batimos el récord de migración ilegal a los Estados Unidos.
El costo de vida estaba disparado. Durante el gobierno de Pastrana el peso se devaluó un 95,66% frente al dólar, y el IPC de ese entonces alcanzó un aumento de 9,29%, el más alto hasta el momento y solo comparable con el actual, según el Dane .
La inseguridad acechaba en campos y ciudades. En el año 2000 se rompieron los récords de violencia con 38 mil muertes violentas, 205 masacres y 3 mil secuestrados. Actualmente, y según la Fundación Ideas para la Paz - FIP, el presidente Iván Duque deja un país más violento que hace cinco años y “las condiciones de seguridad a nivel nacional se han deteriorado” .
Como en ese entonces, los jóvenes hoy no creen que haya oportunidades en Colombia. Se percibe que la corrupción va en aumento y, tras casi una década, las noticias de grupos armados que desplazan campesinos regresaron a los noticieros. En ese entonces, 2002, hubo un viraje a algo diferente que hizo que el país se sacudiera para bien o para mal, dependiendo del punto de vista y los intereses.
Una segunda vuelta implica más gastos de campaña, lo que significa más aportes de terceros con intereses en meter mano al erario y contratos estatales. Una segunda vuelta involucra búsqueda de votos, lo que termina en desdibujar aún más los programas de gobierno en pro de lograr alianzas macabras con políticos oportunistas, gamonales corruptos y lagartos ambiciosos. Una segunda vuelta trae consigo discursos polarizadores para dividir al pueblo en buenos y malos, y la esperanza de un país en paz pende de un hilo. Una segunda vuelta es tener a la economía en ascuas y al desarrollo en pausa por un par de meses.
Por eso ahora creo en el voto pragmático. Aquellos que depositan sus esperanzas en políticos que no tienen chance de alcanzar una segunda vuelta - como el tibio Fajardo, la ruleta rusa de Hernández, la terquedad de Ingrid, la godarria de Enrique Gómez o el pastor Rodríguez - pero piensan votar por ellos, les digo que se decidan por los que lideran: Petro o Fico. El primero es incertidumbre, el otro es el más perverso continuismo.
Salgamos de este chicharrón de una vez. Ya definí mi voto, pero lo cierto es que cada día que pasa, y al ver los desaguisados del candidato, se hace muy difícil justificar mi elección. Ojalá no haya una segunda vuelta.
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