“Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco
bajo un cielo que, a fuerza
de no ver nunca el mar
se olvidó de llorar”.
Joan Manuel Serrat, Pueblo Blanco
Cincuenta años está cumpliendo el álbum Mediterráneo, esa joya de la música iberoamericana escrita e interpretada por el catalán Joan Manuel Serrat. La cuarta canción del disco es Pueblo blanco, en la que cuenta la historia de una población en decadencia que se va quedando en el olvido; tal vez por la idea de que hay que migrar a las ciudades, tal vez porque no quiso renovarse y montarse en el tren del progreso de esa España que soñaba con el fin del franquismo. Un tema que, al volver a escuchar por estos días de paro nacional, sus frases golpean e invitan a jugar a las comparaciones con lo que está sucediendo durante las marchas en ciudades como Popayán, Cali o Manizales.
Las tres capitales, como el pueblo blanco de Serrat, se cuestionan en la actualidad su sociedad arribista; esa de mujeres que esperan que sus hijas se casen con “ese hombre joven / que, noche a noche, forjaron en su mente / Fuerte para ser su señor / Tierno para el amor”. Esas dos últimas líneas bien podrían cambiarse por las de “mano firme, corazón grande”, eslogan con el que se identifica al líder del partido de derecha Centro Democrático (CD), el neonazi Álvaro Uribe Vélez.
Las tres ciudades enfrentadas en este momento a la redefinición de lo “blanco” como símbolo. Popayán, conocida como “la Ciudad blanca” por el color de las paredes de sus casas coloniales, ha sufrido violentos enfrentamientos entre jóvenes de la primera línea con los escuadrones del Esmad. Los primeros con piedras y arengas, los segundos con ese sistema de municiones no letales conocido como ‘Venom’. Los primeros apoyados por la minga indígena del Cauca, los segundos por la senadora del CD, Paloma Valencia, que hace unos años propuso dividir este departamento entre “indígenas y mestizos”; estos últimos sometidos a un proceso sometidos a la idea postcolonial del blanqueamiento racial.
Cali, por su parte, ve su población dividida entre quienes apoyan a los “excluidos” de Puerto Resistencia y los que están con los habitantes de Ciudad Jardín, que luciendo camisas blancas y en sus camionetas blancas salen armados a disparar a los manifestantes, ante la mirada impune y cómplice de las autoridades.
Y está Manizales que, en un hecho de intolerancia, vio cómo hace una semana un grupo de personas se ofendieron con el mural que había en el intercambiador vial del sector de San Marcel y que decía “Estado narco paramilitar”. Los aludidos se vistieron de blanco y con pintura blanca taparon el trabajo del colectivo Pinta Resiste.
Observo a esta “gente de bien” - como se autocalifican en los videos que después suben a las redes sociales justificando el por qué dan bala a manifestantes, atropellan con sus camionetas a muchachos con pancartas o aseguran que las carreteras son de ellos - y son mis contemporáneos. Algunos son compañeros de colegio o de universidad y me pregunto a qué hora nuestros caminos se bifurcaron tanto. Entonces recuerdo que hace 30 años Caldas encontró en las autodefensas su brazo armado y político en la región. Los paramilitares Ernesto Báez y Alberto Guerrero daban órdenes, armaban coaliciones políticas y eran socios y amigos de muchos finqueros y empresarios de la región. Y hace 20 años invitaban a los universitarios a sus fincas en La Merced y La Dorada para instruirlos en su doctrina e invitarlos a ser parte de su estructura política. Precisamente en la finca El Tambor se creó la organización estudiantil universitaria Fipaz, en la que se apoyarían a jóvenes - como el entonces estudiante de derecho de la Universidad de Caldas Juan Pablo Sánchez - para ir al Congreso por el Partido Liberal.
Una generación deformada en política, maleducada en sociedad, ignorante en contexto histórico y manipulada con el discurso de que a la izquierda, todo lo que se le asemeje o no entre en los cánones de “la gente de bien” hay que aniquilarlo. Se nos hizo creer que la paz no se lograba con el diálogo sino con guerra; y que el perdón solo debía ser para el poder.
“Escapad gente tierna / Que esta tierra está enferma”, canta Serrat. En Colombia los jóvenes se cansaron de escapar y ahora le plantan cara a mi generación enferma y defensora de un pueblo blanco.
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